RADAMÉS BARCA | El Nuevo Siglo
Sábado, 27 de Septiembre de 2014

Un país anestesiado

 

Duele  y preocupa ver cómo los colombianos se han vuelto insensibles frente a las tragedias que a diario golpean a muchas familias y comunidades en nuestro país. Casi nada conmueve a la opinión pública y muchas de las movilizaciones que se han dado en señal de protesta por tal o cual acción bárbara o delincuencial, es motivada más por el boom de las redes sociales que por una reacción genuina e inmediata del grueso de la población. Por más que Colombia lleve más de cinco décadas sumida en un berenjenal de violencias de distinto tipo, muchas de las cuales se conectan entre sí y desarrollan vasos comunicantes que dejan centenares y hasta miles de víctimas al año, no puede caer la sociedad civil en una especie de letargo en el que la capacidad de sorpresa y manifestación del inconformismo es casi que marginal. Incluso, muchas de las campañas que llaman a la solidaridad o al respaldo de causas humanitarias o sociales, no pasan de portar una banderita o tomar determinada actitud, pero siempre con un alto contenido de simbolismo y poco de acción concreta y determinante.

Por lo mismo es necesario que la opinión pública vuelva a repensar cómo está reaccionando ante los hechos más crueles de violencia y atropello contra los derechos fundamentales, sobre todo cuando las víctimas son las personas más vulnerables y en estado de indefensión.

Bien lo señalan los sociólogos y filósofos: el punto de no retorno de una sociedad se da cuando su capacidad de asombro ante la crueldad y la barbarie desaparece. No se está llamando aquí a la asonada o a la protesta. La violencia no se combate con violencia ni afectando bienes públicos o privados. Es insólito que para manifestar el inconformismo con tal o cual situación de barbarie se protagonicen desórdenes, enfrentamientos con la Fuerza Pública, quemas de edificios públicos o, simple y llanamente, se impulsen mitines que desembocan en batallas campales y actos de pillaje a los comercios.

De lo que se trata es de pedir a la ciudadanía que utilice los medios a su alcance para exteriorizar su rechazo a los delincuentes y a quienes, sea cual sea el móvil, creen que dañando a los terceros lograrán que se satisfagan sus espurias exigencias. Sólo en la medida en que ello ocurra, los bárbaros y violadores de los derechos humanos sabrán que más temprano que tarde, cuando comparezcan ante la justicia, no habrá flexibilización alguna de los jueces, pues la ciudadanía ya habrá expresado masivamente su rechazo a cualquier posibilidad de perdón o aminoramiento del castigo. La solidaridad es un sentimiento propio del ser humano, perderlo o dejar de utilizarlo es perder la humanidad de cada quien.