Obligar al reciclaje
No deja de llamar la atención que pese a las múltiples campañas e incluso reglamentaciones a nivel nacional, regional y local alrededor de la obligatoriedad de reciclar las basuras en los hogares, estas directrices no se cumplen.
En otros países, ante la evidencia de que la conciencia ciudadana no funcionaba en este flanco, fue necesario establecer medidas coactivas para presionar que se cumpliera con el reciclaje en el sitio de origen de los desechos. Esto es en los hogares, fábricas, comercios y demás establecimientos públicos y privados. Normas que van desde multas por no separar los residuos entre recuperables y no recuperables, hasta suspensión de los servicios de aseo a los infractores.
Es claro que en Colombia no han funcionado las campañas para incentivar al reciclaje, e incluso que esta labor, que en otras naciones es vista como un trabajo serio y rentable, en nuestro país aún se cataloga como un oficio de menor calidad, informal y residual. Y también es evidente que en las escuelas y colegios no se trabaja en este tema con la profundidad que se requiere para que desde pequeña cada persona entienda y valore la utilidad de separar sus basuras y permitir que se reutilice todo aquello que es factible de volver a usarse previa transformación.
Ni siquiera se ha podido en nuestras ciudades y municipios crear una cultura ciudadana alrededor de la forma correcta de desechar la llamada “basura electrónica”. Da tristeza ver en los centros comerciales vacíos los recipientes que se instalan para que las personas depositen allí desechos de computadores, celulares y otros aparatos eléctricos y electrónicos. Sin embargo, cuando las personas que se dedican al reciclaje hurgan entre las bolsas que se sacan de hogares y empresas, encuentran todos estos elementos.
Y qué decir de la campaña para que no se utilicen bolsas plásticas y mejor se opte por elementos de tela y otros materiales que pueden ser reutilizados. Basta con pararse en las cajas registradoras de supermercados grandes y pequeños para constatar que la mayoría de los compradores siempre pide que le empaquen sus compras en las bolsas plásticas. Claro está, en esta falencia también tiene su culpabilidad el hecho de que el precio que en algunos comercios tienen las bolsas de tela y otros elementos es absurdamente alto.
No hay pues que llamarse a engaños. En Colombia sólo se podrá impulsar una verdadera política de reciclaje cuando se le den “dientes” a las directrices para que se separen los desechos y basuras por parte de quienes los producen. Lamentablemente nos acostumbramos a que sólo bajo presión la gente aplique métodos de convivencia y cultura ciudadana. El nuevo Congreso debería tomar nota y aprobar una norma similar a la que ya existe con el uso racional del agua: el que contamina, paga.