Radamés Barca | El Nuevo Siglo
Sábado, 20 de Febrero de 2016

DE LOS ESCÁNDALOS A LAS MUERTES

Paradojas de la reacción colombiana

 “Guerra anestesió capacidad de asombro nacional”

 

No deja de llamar la atención la poca capacidad de asombro que tienen los colombianos por estos días. Una noticia de semejante gravedad, como aquella según la cual entre 1999 y 2001 por lo menos un centenar de personas habrían sido asesinadas y descuartizadas en la cárcel La Modelo de la capital del país, apenas si tuvo algún eco entre la opinión pública que, en cambio, sí se enfocó con mayor dimensión en los pormenores, varios de ellos abiertamente escabrosos, de una presunta red de prostitución homosexual en la Policía.

 

Lo mismo ocurrió la semana pasada, cuando muchas de las reacciones en las redes sociales estaban más dirigidas a protestar por casos de maltrato a animales, como la muerte a manos de cazadores de un segundo oso de anteojos en lo corrido del año, que a un hecho más grave como lo era el asesinato de tres policías en sendas acciones terroristas de la guerrilla del Eln en desarrollo de su ‘paro armado’. Incluso la cantidad de comentarios virtuales por la muerte del animal en vía de extinción, que es un hecho muy grave y no se trata aquí de bajarle la dimensión ni menospreciarlo, fue superior a la generada por el escándalo en La Guajira por el fallecimiento de más menores a causa de desnutrición extrema y otras enfermedades derivadas de su crítico cuadro clínico.

 

No en pocas ocasiones se ha advertido en el país que la larga estela de sangre y dolor que ha dejado cinco décadas de guerra ha terminado por anestesiar la capacidad de asombro de los colombianos, que se muestran, como en una especie de barrera mental, insensibles ante hechos derivados del conflicto armado o la crisis social, pero reaccionan con impresionante rapidez e indignación ante otras circunstancias, igualmente graves pero menos frecuentes, que no comportan la pérdida de vidas humanas.

 

Los sociólogos suelen replicar a cada tanto los diagnósticos de quienes dicen que Colombia tiene una “cultura de la violencia” o incluso una “cultura de la muerte”. Los sicólogos, a su turno, precisan que las personas en nuestro país sí se conmueven frente a las consecuencias de la guerra interna, pero que es tal la cantidad de noticias que a diario se producen alrededor de esta temática, que ya no mueven a los colombianos a la protesta o las muestras masivas de descalificación y rechazo.

 

Sea cual sea la verdadera causa de esa pasividad de la opinión pública ante noticias tan graves como los descuartizamientos en los penales, los asesinatos de policías a manos de una guerrilla que dice estar en un proceso de paz o la muerte de niños por física hambre y sed en La Guajira, lo cierto es que difícilmente se puede considerar como “normal” o “sana” a una sociedad que no proteste o manifieste de manera más concreta su indignación por esta clase de situaciones, pero sí lo haga ante la –igualmente descalificable- muerte de un animal o el escabroso escándalo sobre prostitución en una institución de la Fuerza Pública.