La paz, política y politizable
Si bien es entendible que desde el Gobierno y otras esferas nacionales se pida que en el marco de la campaña electoral el tema del proceso de paz se debata con altura y responsabilidad, no se puede perder de vista que ese asunto no sólo es el más importante para el presente y futuro del país, sino que las gentes tienen posturas muy apasionadas frente al mismo, y es claro que los candidatos de toda índole buscarán impactarlas lo más posible con el fin de ganar su voto.
Ello explica por qué será tan difícil evitar que el tema del proceso de paz se politice en medio de la campaña para Congreso y Presidencia de la República. Es más, lo que debe promoverse es todo lo contrario, que cada aspirante ponga sobre la mesa lo que respalda o no de este intento de una salida negociada con las Farc o, incluso, si considera que debe privilegiarse la salida militar para acabar con la subversión.
Es claro que habrá posturas extremas y radicales, como otras más centradas y ponderadas. También se escucharán ideas nuevas y viejas, unas respaldadas en argumentos sólidos y lógicos y, otras, producto de visceralidades emocionales o insólitas. Que todo ello se ponga sobre el tapete es bueno, pues en la medida en que la ciudadanía pueda apreciar todas las ópticas y pareceres, entonces su voto estará más informado y el resultado de las urnas, tanto en las parlamentarias como en la puja por la Casa de Nariño, será un termómetro realista sobre qué quiere la opinión pública.
Algunos sectores y analistas manifiestan que es un riesgo que se politice el proceso de paz en medio de la campaña electoral, pues daría lugar para que algunos partidos y candidatos tratarán de manipular a la ciudadanía, creando escenarios sofistas sobre las implicaciones de lo que se negocia o no en La Habana, o lo que exigiría optar por la salida militar para neutralizar a las Farc.
Es verdad que ese riesgo existe, pero tampoco se puede pensar que los colombianos, muchos de los cuales han sentido los rigores del conflicto en su persona o allegados, son tan ingenuos o cándidos para dejarse envolver con tesis calenturientas sobre paz o guerra. Todo lo contrario, tras cinco décadas de todas las violencias, si hay un tema sobre el cual jóvenes, adultos y ancianos han ido construyendo un criterio personal delineado es, precisamente, sobre cuál es el camino más viable para acabar la guerra.