Radamés Barca | El Nuevo Siglo
Martes, 29 de Diciembre de 2015

TRISTE REALIDAD

El inventario bélico anual

“El mundo se acostumbró  a las guerras”

 

Da tristeza que cada año por estas calendas muchos de los balances que hacen los medios de comunicación y analistas en todo el mundo se centren en el número de  conflictos armados internos que se mantienen, agravaron o surgieron durante los últimos 12 meses.  En una especie de inventario fatal se citan cifras sobre número de víctimas mortales, heridos, desplazados y el costo de los dramas humanitarios derivados de las confrontaciones militares, algunas de ellas con la más alta tecnología bélica del siglo XXI y otras, aunque parezca anacrónico, con métodos violentos de antaño como ocurre en las guerras tribales que, a cada tanto, surgen en África. Ya debería ser el momento en que la comunidad internacional, así como se puso de meta lograr en 2015 un acuerdo sobre la política global contra el cambio climático, también se fije un cronograma a corto plazo sobre cómo acabar con los conflictos armados que desangran a más de una veintena de países en todo el planeta y que, en algunos casos, tienen raíces de décadas, como es el caso de la guerra colombiana o el conflicto árabe-israelí. Lo más grave es que el saldo más alto de muertos y heridos no necesariamente proviene de esas confrontaciones de larga data, sino de conflictos más recientes y que incluso no superan el quinquenio, como es el caso de la guerra civil en Siria que en menos de tres años ya deja más de 200 mil muertos y que ahora se ha vuelto exponencial por cuenta del llamado ‘Estado Islámico’, que cierra 2015 como una amenaza global, superior a la que en su momento representó Al Qaeda, tras los atentados del 11-S en Estados Unidos.

 

Lamentablemente hay conflictos que tienen una mayor o menor importancia para la comunidad internacional, dependiendo del péndulo geopolítico que esté primando. De allí que los esfuerzos de la ONU, la Unión Europea y otras instancias de poder e influencia internacional no necesariamente estén enfocados en las confrontaciones militares  más graves y con mayor índice de barbarie, sino en aquellas que por razones políticas, económicas, religiosas, sociales y de otra índole, tienen mayor interés para las grandes potencias.

 

Aun así, sea cual sea el tipo de conflicto, la motivación, los apoyos internos y externos de los bandos y la proyección misma de la guerra, hay un elemento consustancial a todos esos enfrentamientos bélicos y es que los niños, las mujeres y las personas de la tercera edad continúan siendo la mayor cantidad de víctimas, directas o indirectas de las hostilidades. Las propias estadísticas señalan que los civiles, que no tienen ningún tipo de relación con los combatientes, superan en número, a la hora de muertos, heridos y desplazados, a las bajas que registran quienes si están armados y tienen capacidad de ataque y defensa.

 

No se entiende cómo es posible que en un mundo que hoy se cataloga de desarrollado o en vías de serlo en más del 50 por ciento de las naciones que lo componen, todavía la guerra sea un elemento tolerado por la comunidad internacional. Mientras ello sea así, hablar de humanidad termina siendo una conclusión peyorativa, pues difícilmente se puede considerar evolucionada una raza que a diario registra centenares de muertos y heridos por luchas fratricidas.