Luego de mi columna anterior sobre el proyecto de reforma tributaria, en la que me limité a explicar las razones del gobierno para presentarla, me llovieron rayos y centellas. Dos personas muy allegadas me hicieron llegar sus comentarios. Uno me envió el texto de una entrevista en la que afirmó que la reforma era inoportuna, en lo que estoy de acuerdo, e inconveniente porque tiende a hacer permanentes los subsidios. Un subsidio de $160.000 no sustituye un salario mínimo, de manera que lo lógico es emprender obras de infraestructura que generen empleo e invertir en ellas el dinero que se pretende dejar en subsidios eternos.
Afirma que, entre los dividendos de Ecopetrol y el Banco de la República, la eventual venta de ISA, el alza del precio del barril de petróleo y lo que pueda lograrse en la lucha contra la evasión, se cubre lo de la reforma. Los subsidios, dice, no enriquecen, empobrecen. El otro me escribió que “la reforma tributaria es socialista, injusta y tremendamente inconveniente. Lo primero que hay que hacer es reducir el Estado y luego generar desarrollo a través de la inversión en proyectos de infraestructura. Atacar al que produce, sólo incrementará la evasión y, lo que es peor, disminuirá la inversión, el desarrollo y por tanto el empleo. Un círculo vicioso que nos empujará a la izquierda definitivamente. Eso por no hablar de gravar las pensiones y los ahorros, un absurdo, porque, todo el que pueda, sacará la plata, si es que no la están sacando ya. Me cuesta trabajo encontrar cosas buenas en esta reforma.”
Tiendo a estar de acuerdo. Y añadiría que hay que rebajar sustancialmente los gastos del Estado, disparados desde el imperio de la mermelada, empezando por el congreso y las altas cortes y las innumerables consejerías.
Pero lo que el gobierno presentó fue un proyecto. En nuestra democracia le corresponde al parlamento estudiarlo, corregirlo, eliminar lo inconveniente y añadir lo que no lo sea. Por eso la actitud de Gaviria, Vargas Lleras, Robledo y la izquierda que rechazan de entrada todo el proyecto, que sin duda tiene cosas buenas, es antidemocrática y habla muy mal de esos jefes políticos y sus partidos. ¿Cómo vamos a tener candidatos del partido liberal, Cambio Radical, la Dignidad y la izquierda que ni siquiera entienden para qué tenemos un congreso en el que cada congresista de los 264 que hay nos cuesta a los contribuyentes cerca de 2.500 millones al año? ¿Cómo pretenden que sigan los programas sociales? ¿Con emisión primaria e inflación, como sugirió Petro? ¿Cómo vamos a conservar el grado de inversión, si no tratamos de equilibrar las finanzas?
Si tienen mejores ideas, propónganlas y discútanlas en su foro natural que es el parlamento y no manoteando en la televisión. Pero no pongan sus intereses políticos, egoístas y mediocres, por encima del interés nacional.
La Andi y los gremios presentaron hace algunos días unas ideas de cómo financiar el déficit fiscal, basadas principalmente en aportes de los propios empresarios a los que tanto detesta Petro, que estarían dispuestos a que se aplacen algunos beneficios como la compensación del ICA y la reducción de las tarifas de renta estipuladas en la reforma de 2019. Pero hay que corregir las distorsiones del sistema tributario en el IVA y en las pensiones. No puede ser que chillen los que reciben más de 7 millones de pensión al mes porque tendrían que pagar menos de 50 mil pesos mensuales o los estratos 5 y 6 (conste que excluyo el 4) que pagarían IVA por servicios públicos.