Inicia mañana el último cuatrimestre del 2017 en un entorno enrarecido y de desconfianza nacional.
Ni el fervor de católicos por visita del papa Francisco, el próximo miércoles, logra apaciguar los ánimos de mayoría de ciudadanos.
Mientras el camino empedrado del posconflicto se torna una caricatura de burlas, escondites, mentiras y desfachatez con el muestrario de posesiones de las Farc, sociedad pierda fe y esperanza en rumbo del país, de su economía y de su Gobierno.
Nuevo amanecer político partidista de excombatientes de las Farc pasa casi desapercibido en opinión pública, pues otros asuntos suscitan interés general de los hogares.
A la comunidad no le va hoy el porvenir de desgastados partidos políticos, firmas para acreditar candidaturas, salida a escena de nuevos aspirantes a la Jefatura del Estado, y menos, el chiste de las Farc de tener equipo de fútbol profesional, sin recorrer estadios de la liga aficionada.
A consumidores les suena lo que les duele este cierre de agosto. La canasta familiar que encareció IVA del 19% en reforma tributaria, el pago de renta, de ICA, de parafiscales, la congestión y horrorosa atención en EPS, la grosera receta de medicamentos baratos, los costos de educación en colegios y universidades superiores a la inflación, desempleo, pobreza e inseguridad.
Septiembre luce igual o peor que agosto si el Ejecutivo no toma correctivos.
Lo que viene puede ser peor si el Presidente Santos no traza meridiano entre lo que no hizo y lo que aún puede hacer.
Último tramo del año refleja pesimismo, desconfianza, incertidumbre y hastío por la corrupción.
A las familias ya no les provoca mayor cosa que la prensa, la radio y la televisión, informen sobre nuevos episodios de corrupción a todo nivel.
Robar, engañar, estafar, tumbar, canjear la ética y burlar la moral, no alarman ya a consumidores.
Lo graves es que tendencia alcista en corrupción, libertinaje en el manejo de recursos públicos y carencia de practicas de buen Gobierno, se convierten en modus operandi de muchos sectores de la sociedad.
Si los de arriba se enriquecen hurtando, trampeando, lucrándose con artimañas, en ocasiones, con una justicia débil y permeable, los de abajo no tienen recato en seguir esa conducta.
Nada parece sorprender a la comunidad. Hay convivencia con un sistema de corrupción que se distancia de valores, respeto, fraternidad, transparencia y solidaridad.
Aquí pocos creen en pocos. Aquí son escasos los dignos de crédito.
Colombia es vista con reserva y recelo en el exterior.
Que las Farc no entreguen todos los niños que mantuvo en combate, que no declaren sus fortunas para extinción y reparar víctimas, que se financie del Gobierno y de amigos foráneos en su campaña, que estar en la arena política no les cueste un peso, ya no causa sensaciones en la comunidad.
Que imagen del Presidente Santos siga en declive, no nos hace mejores ni peores.
Que la economía nacional ande coja, sí preocupa. Que el consumo continúe caído, tendría que preocupar al Gobierno y causar acciones audaces que mejoren el clima de negocios, inversión, vivienda y empleo.
¡Actuar ya o mañana será peor!