EN ocho meses acudiremos los colombianos a las urnas en procura de elegir un nuevo mandatario que nos saque de esta larga y fatigante noche.
Ojalá sea en primera vuelta para ahorrarnos más cansancio electoral y no perder más dinero.
Actual contienda electoral atiborrada de precandidatos es un verdadero zafarrancho. La oportunidad hace al político.
Actual clima nacional continúa enrarecido, lleno de sombras, dudas y desconfianza.
Impera un ambiente maluco en las multitudes al tiempo que aspirantes a la Casa de Nariño enfilan baterías entre firmas, alianzas y guiños partidistas.
Ningún candidato, sin excepción alguna, ha calado para nada en el sentir de las gentes. Hay un espeso ramillete de ‘figuras’ electoreras, pero no asoma nadie que pueda recobrar la esperanza de esta tierra prometida.
Malos, regulares, conocidos, populistas y ‘notables’ figuras de la actividad política, exhiben sus nombres en la cartelera pública de las elecciones presidenciales de mayo próximo.
Sin embargo, ellos y ellas, tienen un común denominador: ninguna cercanía con la comunidad.
No asoma en el horizonte político colombiano un preseleccionado con credenciales suficientes para generar confianza, fe y entusiasmo en las mayorías.
Tanta desilusión, tan desinflados y alicaídos que quienes fueron objeto de críticas, revocatorias y rebeliones populares hoy encabezan intención de voto de las encuestas.
Tan asqueadas la cosa pública que cualquiera, incluso esxguerrillero, exmovilizado, o pésimo alcalde, senador o exministro, envuelto en líos judiciales, podría llegar al Palacio de Nariño en agosto de 2018.
No es que el pueblo quiera condenar su suerte o echar a perder su destino, es que el ambiente está tan maluco que las gentes podrían perder hasta su olfato político, castigar vieja clase política dominante, pero votar por otros tan malos o peores.
Lo peor del asunto es que hay una multitud de aspirantes a la Presidencia. Abundan nombres, faltan conductores. Sobran candidatos, escasean presidenciables.
Anemia de partidos tradicionales echo al traste con nuevo modelo de Estado social e incluyente.
Exterminio de directorios políticos con bases regionales tiró por la borda posibilidad de una estrategia de modernización institucional.
Se perdió el Estado con enfoque social.
Partidos políticos se sacaron solos de escenas. Por sus actos no dignos de crédito desaparecieron y nadie los extraña.
Votante tradicional ya no siente ni piensa en sufragar por partido, movimiento o alianza. Acude a su sentido común, sensatez o irresponsabilidad para dar su voto por una persona calificada o por un oportunista.
Tanta desinformación en la mente de colombianos que salen a sufragar que es poco posible que la cultura política nos ayude a elegir bien.
Principales responsables del caos político, social, económico, administrativo y cultural que viven países latinoamericanos son: clientelismo, politiquería y corrupción.
Como fieras que acechan a las ovejas lucen candidatos en busca del favor popular. Semejan animales de rapiña seduciendo a indefensos ciudadanos que luego con garras del poder van a devorar.
Como en una histeria colectiva cada aspirante a la primera magistratura intenta convencer al ciudadano de lo que seria la nación en sus manos. Ofrecen de todo lo que jamás hicieron en sus opacas vidas públicas.
Cualquiera, con reserva moral o rabo de paja, sale a la escena pública a pregonar su candidatura, olvidando un pequeño detalle: la realidad nacional.
Hablan de todo, proponen tonterías. Cuestionan todo, arreglan nada. Mandan al carajo lo que hay, no indican el nuevo camino.