Nuestra historia diplomática, así como tiene páginas brillantes, exhibe también episodios vergonzosos. Uno de estos últimos es la historia de por qué no pudo venir a Colombia, como profesor de la Universidad Nacional, el gran jurista Hans Kelsen. Acaso el científico de la ciencia jurídica más importante que produjo el mundo en el siglo XX.
El historiador Camilo Sánchez acaba de publicar una interesante investigación trabajada en los archivos de la Cancillería Colombiana, cuyos resultados se presentan en la última revista Malpensante (Mayo 2016), bajo el título "Los expedientes judíos en la Cancillería".
La conclusión central de esta investigación es la de que durante el gobierno del Doctor Eduardo Santos, siendo canciller de la República el profesor Luis López de Mesa, se desencadenó una política hostil contra todos los refugiados judíos que aspiraban a disponer de una visa colombiana para huir de las persecuciones judías del régimen nazi, a finales de los años treinta del siglo pasado en Europa.
Es curioso que fuera durante el gobierno del Doctor Santos -que se caracterizó por la bienvenida benefactora que dispensó a todos los refugiados de la guerra civil española- cuando, por el contrario, floreció incomprensiblemente en la cancillería colombiana una actitud chauvinista e inconfesable contra los perseguidos judíos que buscaban infructuosamente una visa de nuestro país para huir de la Alemania Nazi en aquellos años aciagos.
En 1938 se expidió el vergonzoso decreto 1732, que poca honra le otorga a nuestra tradición civilista amiga del asilo, por el cual se desautorizaba a los funcionarios consulares colombianos en Europa a visar "pasaportes de individuos que hayan perdido su nacionalidad de origen o no la tengan".
Uno de esos eminentes judíos que buscó infructuosamente visa colombiana para venir a Colombia fue nadie menos que Hans Kelsen.
El historiador Cárdenas así lo relata: "Un veterano miembro de la comunidad judía de Bogotá, quien pidió no ser citado, relata que hace unos treinta años llegó hasta su oficina de la capital un anciano polaco que había logrado escapar de la guerra a través de Suiza. Tras una consulta de trabajo, pasaron a charlar sobre diversos temas. El señor le comentó que en medio de los trámites para venir a Colombia se encontró en el consulado de Ginebra con un tipo muy fino que hablaba un exquisito alemán. El distinguido personaje le contó que era abogado y académico, y que había vivido la mayor parte de su vida en Austria.... El eminente profesor, le informó que su petición de visa, con la intención de venir a impartir clases a la Universidad Nacional de Colombia había sido rechazada. Ni siquiera la intermediación de su buen amigo Jesús María Yepes, cónsul de Colombia en Ginebra, tuvo éxito".
Así se frustró pues, para nuestro país, y para deshonra de la política exterior colombiana de aquel momento, la ocasión irrepetible de haber sido la patria que hubiera podido acoger a Hans Kelsen.
Muchos años después, cuando Kelsen escribe su autobiografía (publicada por el Externado de Colombia en el 2008) relatará las persecuciones de que fue víctima en la Universidad de Viena, ya bajo la mano de hierro del nazismo. Ante la imposibilidad de venir a Colombia, su decisión final fue radicarse en los Estados Unidos. Que generosamente le abrió, como a tantos otros refugiados de nazismo, sus puertas. Y donde Kelsen pudo desarrollar, hasta su muerte, en la universidad de Berkeley, la parte final de su admirable vida académica.
Una primera versión de este artículo se publicó en Ámbito Jurídico.