La misión de la Iglesia
Después de la Resurrección de Jesucristo, ha llegado para los apóstoles la hora de la misión. El número 153 de peces pescados milagrosamente simboliza el carácter pleno y universal de la misión de los discípulos y de la Iglesia. A Pedro, Cristo resucitado le dice por tres veces cuál ha de ser su misión: "Apacienta mis ovejas" (Evangelio, Jn 21, 1-19). Después de Pentecostés los discípulos comenzaron a poner en práctica la misión que habían recibido, predicando la Buena Nueva de Jesucristo (primera lectura, Hech 5, 27-32.40-41). Forma parte de la misión el que los hombres no sólo conozcan a Cristo, sino que también lo adoren como a Dios y Señor (segunda lectura, Ap 5, 11-14).
Cada evangelista, a su manera, muestra, como parte fundamental del mensaje de Jesús, la misión universal de la Iglesia. En resumen, la misión de la Iglesia, en el mar del mundo, no es otra sino la de ser pescadores de todos los hombres sin excepción y llevarlos al puerto seguro de la fe y de la eternidad. Jesucristo, Buen Pastor, encomienda a Pedro: "Apacienta mis ovejas". La misión de Pedro y de los pastores en la Iglesia es lograr que todas las ovejas alcancen la salvación de Dios.
El mundo ha llegado a ser en nuestros días una aldea global. Para los medios de la información, de las finanzas, de las ideas, no existen fronteras. Una ceremonia pontificia puede verse simultáneamente en cualquier rincón de la Tierra donde exista un televisor, y, gracias a Internet, entablar un chat sobre cualquier tema con hombres y mujeres a miles de kilómetros de distancia de tu habitación. Los cristianos, mediante todos estos instrumentos, entran en contacto con personas que tienen otra visión de la vida, que viven según otros modelos de existencia, que practican otra religión y aceptan otras creencias. Este fenómeno puede ser una estupenda ocasión para poner en práctica, en grandísima escala y con los medios más avanzados, la misión universal de la Iglesia. ¿Cuándo ha tenido la Iglesia más medios para predicar a Cristo desde los tejados, con sus numerosísimas antenas? Estamos quizá ante el reto histórico más imponente en la obra misionera universal de la Iglesia. Esta gran misión universal no la llevan a cabo unos pocos misioneros en tierras no evangelizadas; la puede llevar cualquier cristiano, tú mismo la puedes llevar adelante, desde tu casa o desde tu despacho. Se ve claro que la misión universal de la Iglesia requiere que cada cristiano sea un hombre convencido de su fe, y esté preparado para dar razón de ella a quien se lo pida: en la calle, en la oficina, o en Internet.
El mundo, para renovarse, tiene necesidad de una Iglesia más adorante. /Fuente: Catholic.net