Hambre, rendición o muerte
Somalia es un campo de guerra entre tribus, clanes y señores de la guerra desde que una coalición de movimientos políticos y organizaciones tribales, especialmente de las regiones del norte derrocaron al régimen de Mohamed Siad Barre en 1991. Este país del Cuerno de África que nació como Estado de la unificación de 5 regiones que en la época colonial fueron enclaves de Francia, Inglaterra, Italia y Etiopia en 1960, luego de la caída de Siad Barre se ha convertido en un triángulo de la muerte.
Cuando Siad Barre abandono el poder se pensó que Somalia recobraría la paz y la estabilidad política; no fue así. La luna de miel entre los líderes de los movimientos que precipitaron su dimisión duró poco. Pese a que Siad Barre con las banderas del socialismo y el nacionalismo somalí, intentó apaciguar las luchas por el poder entre los grupos tribales y los clanes, no pudo menguar el poder del tribalismo, en un país, en donde la pertenencia a una tribu o a un clan tiene mayor poder de cohesión política y social que el nacionalismo somalí.
Por eso luego de su caída afloraron con mayor vehemencia las luchas por el poder entre las milicias de los clanes y los subclanes que propiciaron la ruptura de la alianza y el desencadenamiento de una guerra que ha tenido al país inmerso en el caos y sin un gobierno fuerte que ejerza control eficaz sobre el territorio nacional.
Somalia ha sufrido una profunda fragmentación en una serie de confederaciones de clanes de pastores, agricultores y nómadas que la han transformado en un Estado fallido. Ha sido tan fuerte la guerra clánica que Somalia esta dividida en cuatro feudos, de los cuales tres tienen gobiernos de facto. El primero, al noroeste llamado Somalilandia. El segundo, Puntland al norte, de donde se origina la piratería. El tercero en el centro donde domina el gobierno federal de transición y el cuarto en el sur, controlado por las milicias de Al Shabad, una fracción de Al Qaeda, región en donde se presenta la hambruna, producto de la intensa sequía y que ha cobrado la vida de miles de somalíes por hambre y malnutrición.
Se estima que cerca de 3 millones de somalíes podrían morir de hambre en los próximos meses y otros miles huyen a los países vecinos. Lo delicado del asunto es que las milicias de Al Shabad han vetado el ingreso de ciertas agencias humanitarias en las zonas que controlan. Los problemas de sequías y hambrunas en Somalia no son nuevos. Históricamente ha sido un país diezmado por las sequías y el hambre. Por consiguiente, el hambre es uno de los instrumentos de guerra más letales. La guerra y el hambre fueron dos elementos preponderantes en el pulso político-militar durante la Guerra Fría, entre rusos y gringos en el Cuerno de África. Entre 1991 y 1992 murieron más de 3.000 somalíes de hambres y desde aquellos años ha sido un país que ha dependido de la ayuda humanitaria internacional y el control de esa ayuda se ha convertido en pieza clave en la guerra, porque el que tiene el control de la comida adquiere poder de intimidación y sometimiento y, desde luego, el adversario sólo tiene tres caminos: hambre, rendición o muerte.
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