Rebelión en Crickhowell
Tenía que suceder en las islas Británicas, obviamente: en la tierra de la Carta Magna, cuyo octavo centenario se conmemora este año, y que constituye acaso uno de los más importantes mitos fundacionales del constitucionalismo liberal, entre otras cosas porque en ella se anticipa el principio de que “no hay tributación sin representación”.
Tal vez en ningún otro lugar se le hubiera ocurrido a la gente protestar de una forma tan peculiar contra las artimañas que emplean las corporaciones multinacionales para eludir el pago de impuestos, mientras los ciudadanos del común y los pequeños empresarios asumen una carga que muchas veces asfixia la iniciativa económica y arruina el emprendimiento. Tenían que ser los ingleses -o los galeses, para ser más precisos-, otra vez, los que en un ejemplar acto de justicia apelaran a esas mismas argucias para poner en evidencia las contradicciones y absurdos del sistema tributario, por cuyos agujeros se escapan cada año ingentes recursos en beneficio de las más grandes compañías del mundo.
Los habitantes de Crickhowell, un villorrio de la región de Black Mountains, decidieron imitar a los gigantes corporativos y presentaron a la agencia tributaria británica un plan para utilizar acuerdos extraterritoriales (offshore) y disminuir así sustancialmente sus obligaciones con el fisco. Si Google, Apple, Starbucks y Amazon pueden hacerlo, ¿por qué no podrían hacerlo también el ahumadero de salmones, la librería, la panadería y hasta el café del pueblo? La ley, a fin de cuentas, ha de ser la misma para todos. Sobre todo en los tiempos que corren, cuando la crisis aún no remite y se ensancha el abismo entre quienes más acumulan y quienes no generan la riqueza que, en otras circunstancias y con otras reglas de juego, bien podrían estar generando con su esfuerzo y su creatividad.
La rebelión de Crickhowell es un recordatorio de viejos principios que no por bien sabidos hay que dar por sentados. Y es también un episodio sumamente significativo en la lucha global contra los paraísos fiscales, las regulaciones ineficientes, los privilegios encubiertos, el abuso del derecho, la solapada restricción de la libertad económica y las malas prácticas corporativas. Especialmente porque es una rebelión en toda regla: es decir, plenamente ajustada a la legalidad.
¿Qué pasará si cunde el ejemplo de los rebeldes de Crickhowell? Acaso entonces los gobiernos tomen cartas en el asunto y se decidan a adoptar las reformas necesarias. No en aras de la lucha contra el “gran capital”, sino simplemente para hacer efectivo el imperio de la ley.
*Analista y profesor de Relaciones Internacionales