LA política vuelve a escena este jueves festivo en la instalación de un nuevo periodo de sesiones del Congreso de la República, carente de credibilidad, desprestigiado y con poco interés en los hogares.
La pérdida de confianza de ciudadanos no es solo por el mal momento de la economía, desempleo, pobreza corrupción. También es por cuenta de los políticos.
Muy pocos ojos estarán hoy puestos sobre instalación del Presidente Santos de otro ciclo legislativo que buscará sacar adelante proyectos de ley relacionados con economía, paz y justicia.
La audiencia será poca en comparación con otros años cuando había fervor por saber el contenido de instalación del Congreso.
Los sondeos indican que los ciudadanos están hartos de políticos tradicionales y deseosos de conocer una nueva clase dirigente que consolide valores de respeto, transparencia, responsabilidad y enfoque social.
Las familias ya no siguen con interés la transmisión por radio y televisión de alocución presidencial.
La comunidad prefiere guardar distancia o tener oídos sordos con la política y los partidos.
Apertura de un período legislativo en momentos en que gentes no creen en la política ni tienen fe en dirigentes.
La esperanza de un mejor mañana con seguridad, empleo, bienestar y crecimiento con equidad, no va con la política.
Los brotes de corrupción en sectores público y privado, además de la justicia, marcan visibles diferencias entre la política y el ciudadano.
Senadores y representantes están en deuda social con su comunidad.
Caciques electorales tienen compromisos pendientes con su electorado.
Líderes de opinión en el parlamento no han sido consecuentes con sus promesas de campaña y trabajan de espaldas a sus otrora seguidores.
Partidos políticos regionales y nacionales han sido inferiores a sus responsabilidades.
O han sido cómplices de lo malo y feo de nuestra realidad política, o han sido directos responsables del caos nacional.
Debe haber excepciones en la política, como en la vida. Unos cuantos buenos líderes tratando de hacer bien su tarea e intentando poner contra las cuerdas a corruptos y enemigos de la prosperidad y el desarrollo.
El balance del país, de su economía, de sus instituciones, pasa en alto grado por la percepción que tienen los hogares de la clase política y del Congreso.
En general, con algunas excepciones, los políticos no gozan de bue recibo.
Opinión pública los ve con desconfianza y derrochadores.
Los ingresos anuales de congresistas son muy caros en comparación con su aporte al país.
La contribución de la mayoría de dirigentes políticos a la construcción de una mejor nación, es muy pobre.
Muchos legisladores deberían declararse inhabilitados e impedidos por incompetentes.
Cercanía de políticos con el pueblo es distante.
Tradicionalmente los políticos son vistos en sus regiones como ‘bichos’ raros.
Crisis de la economía, desconfianza de los consumidores, prevención de los inversores, enfrentamientos alrededor del proceso de paz con las Farc, el asco por la corrupción y la falta de certidumbre sobre el rumbo, no son ajenas al faltante moral de la política.
Quid del asunto es que abundan políticos, escasean líderes.
Se busca para 2018 un buen candidato presidencial: mejor gerente que político.