EL peor pecado que el establecimiento podría cometer sería mostrarle al obispo de Roma la Colombia que no es.
La mayor mentira sería hacerle creer al sumo pontífice que somos un país unido, solidario, justo, equitativo y temeroso de Dios.
No haríamos ningún bien a la fe y a la esperanza pretenderle mostrar al papa Francisco un país sin brechas ni distancias, sin odios ni divisiones, sin polarizaciones ni enfrentamientos, sin corrupción ni desprestigio de la clase política.
Un acto de sinceridad, perdón y verdad frente al Papa.
Al nuevo emprendedor de los justos y pastor de los humildes, mostrémosle nuestro pueblo tal cual, sin maquillajes ni arrogante mentiras.
Quien en el poder esté limpio de culpa le bese pies al líder católico.
Llegada del carismático guía espiritual argentino el próximo 6 de septiembre debe marcar gesto de responsabilidad política y social del Estado con el rumbo de la nación.
Más que organizar desordenada casa, poner en órbita red hospitalaria, maquillar urbanismo, pintar de colores zonas grises del país, decorar el rostro nacional, lo que debemos hacer es un alto en el camino para empezar a construir el nuevo país que quieren los jóvenes y lloran los viejos.
Está bien gastarse 22 mil millones de pesos en estadía del religioso en Colombia, pero estaría muy mal no sincerarse con él y mostrarle las venas abiertas de nuestra dolida sociedad.
El sumo pontífice no hizo aún el milagro de remover odios, diferencias y ambiciones entre Santos y Uribe. Tal vez, tampoco podrá unir a los colombianos en torno a la paz.
Lo máximo que podría hacer es bendecir el posconflicto, tanto como a los marginados, los pobres, los desamparados, los carentes de agua, salud educación, los enfermos y los desempleados.
Pero quienes más urgen perdón y oraciones del papa son los políticos. La clase política colombiana, es clase aparte, y en consecuencia, debería ir al confesionario y comulgar. Quizás el cercano pastor los reoriente.
Plaga de corruptos que por décadas se alimentó de las delicias del Estado, debería ser excomulgada. El santo padre debería advertirlos sobre ir a la cárcel o al infierno.
Desprecio por la vida, por la moral, por la ética, por la familia, por la sociedad, hace parte del comportamiento de los corruptos. ¿El papa Francisco los podría entender? ¿Intercederá por ellos? Dios es justo y les dictaminará su merecido.
Más allá de billonario costo de sostener el posconflicto en un país pobre, con niños que mueren de hambre y sed, con ancianos desprotegidos, creciente desnutrición y comunidades indígenas y negritudes olvidadas, caería bien que las Farc, con el papa de testigo, vuelvan a pedirle perdón a sus víctimas y reiteren que usarán todos sus dineros conseguidos en el crimen para repararlas 100%.
Quienes aspiran a la presidencia de la República deberían ir al encuentro con el jerarca de la Iglesia Católica y hacer un juramento al cielo: que no quieren el poder para joder más a los colombianos.