Paz en nuestro ADN | El Nuevo Siglo
Viernes, 7 de Julio de 2017

Independientemente de cuál sea nuestro parecer respecto a los señores de las Farc, ellos han cumplido en temas medulares que han sido avalados por  garantes de  Naciones Unidas. Sabemos por discursos de uno y otro lado, declaraciones, algunos trinos sensatos y ciertas columnas de opinión tradicionalmente creíbles, que el  Gobierno va atrasado en varias cosas necesarias para cumplir dentro del cronograma,  un  feliz desarrollo del proceso. (Intencionalmente no digo llegar a feliz término, porque estas cosas implican construcción y seguimiento perpetuos).

Falta mucho para instaurar el modelo de paz territorial, cumplirle a las víctimas en sus territorios, y a los ex combatientes en su reinserción ciudadana.

Pero en vez de empujar  carritos de supermercado en busca de compatriotas quejetas, sería útil que los colombianos abordáramos este momento retador y fascinante con  pensamiento positivo, y darle al Gobierno una presunción de eficiencia.

Sí; éste y todos los gobiernos han tenido instancias y personas paquidérmicas, torpes y vergonzosas. Pero apuntémosle en este hito de la historia, a que las cosas deben salir bien. 

Es cuestión de lógica: sería demasiado absurdo que con todo lo que se ha superado,  el camino recorrido y el esfuerzo hecho, ahora el gobierno -o los organismos que  deban intervenir- salieran con un chorro de babas salpicando la medalla Nobel de Paz, que a buena hora le colgaron a Colombia. Eso no nos  puede pasar.

El ritmo del cumplimiento por parte del Gobierno depende esencialmente de ellos, del Gobierno.

Pero nosotros, los carpinteros, aviadores, académicos o bailarines; los vendedores ambulantes, y los compradores de Porsche alas de gaviota; los que siembran flores y los que cosechan broncas; los del sándwich humano en Transmilenio, los que comen una vez al día y los que brindan con champán; los pintores de brocha gorda, los estudiantes y los contadores de números o de cuentos; los curas, banqueros y artesanos, todos, desde la vida intrauterina hasta el último suspiro, tenemos la obligación de no desperdiciar este momento. Tenemos todas las posibilidades en nuestras manos; no hay disculpas ni pretextos: la responsabilidad es de todos, frente a nosotros mismos, a nuestra descendencia y al mundo.

Obviamente el trabajo empieza de adentro hacia afuera.  No es cosmético, ni de apariencias o clichés, y tampoco debería darse a partir de nuestra adicción al martirologio. Es decir, nos va a costar, pero no necesariamente hay que sufrirlo como si fuéramos del combo de  plañideras de García Lorca.

Sería ideal que este proceso de auto reconversión para limpiarnos las telarañas del odio, y abrirnos sinceramente a generar inclusión y posibilidades de compartir la cotidianidad, se diera como un ejercicio positivo, con gratitud por tener el privilegio de estar viviendo lo que estamos viviendo, en vez  de la tragedia de estar muriendo, como nos veníamos matando.

Y bienvenida la oposición que contribuya al equilibrio. Una oposición respetuosa; que aprenda a no mentir, a no asustar, a no vender miedos ni comprar inseguridades.

Bienvenida toda Colombia al más irrenunciable y entrañable desafío: afianzar la paz en nuestro ADN; para siempre, y de verdad.

ariasgloria@hotmail.com