El desafío de cuerpo entero, se nos presenta en Colombia en esta mitad de año, para abrazar la paz sin vacilación, con decisiones inteligentes y sin las confrontaciones, habituales entre ciudadanía, y menos, las demenciales que nos dejó la guerrilla.
Aunque tarde, el carrerón del presidente Santos es válido para que, con decretos de Ley, en mano, el Congreso responda con agilidad, cabeza fría y sin el apasionamiento ideológico de algunos sectores políticos, convencidos de tener siempre la razón.
Como típica costumbre colombiana, al jefe de Estado, le iba cogiendo la noche, para la creación del Fondo Nacional de Tierras, y de él, legalizar entrega y titulación de 8 millones de hectáreas baldías, a 700 mil familias en pobreza, rayando la miseria.
Decisión tardía que hubiese colmado satisfacción ciudadana, en el comienzo del actual Gobierno, o aún, al avanzar el diálogo en La Habana. Sin embargo no es tarde para hacer justicia social, con lo básico, como la tierra.
Lo mejor del Fondo es que despierta áreas inutilizadas, que son potenciales para agro común y agroindustria, ojalá, junto a vivienda, empleo, salario, salud, y educación para nuevas generaciones.
El detector de corrupción en general, debe prenderse en Procuraduría, Contraloría y Fiscalía, con ojos bien abiertos, para evitar colados y demandadores al Estado, como negocio con tutelas.
Gobierno, Farc, Congreso y ciudadanía, dentro del libre pensamiento y opinión, están llamados a respetar a la Corte Constitucional. Sería este un país de locos, si enreda y destroza el intento de paz avanzado.
Colombia no aguanta más ilusiones, espera respuestas reales, para entrega de armas de guerrilla y agilidad con organización, al adecuar las acordadas zonas veredales de concentración.
La Misión de la ONU ratifica compromisos de Justicia Especial para la Paz y entrega de armas y caletas, entre otros, al considerar, que se pueden cumplir, con nuevos plazos, sin descomponer el documento central del acuerdo, ni chocar con la Corte Constitucional.
Otra situación latente, es el Pacifico. Chocó, Buenaventura y Tumaco, esperan acción e inversión social, y no anuncios promeseros.
Es una vergüenza, ante la economía mundial que llega al puerto de Buenaventura, y encuentra un terminal eficiente, en medio de un cuadro habitacional de pobreza. Es un episodio humanitario, con solución aplazada hace décadas.
Si el presidente Santos afirmó que “Todos cabemos en este país”, hay que agregarle, que sí cabemos, pero bien ubicados y bien organizados, para salvar la paz verdadera con desarrollo, como propósito unánime de los colombianos.