La curiosidad turística se satisface, de vez en cuando, visitando localidades que atraen, inconscientemente, por su nombre. Calificativo que se interpreta sugestivamente y despierta, entonces, una indagación, obviamente, sumando razones inconscientes que impulsan la decisión de la intromisión al mundo del pueblo que así se llama. Veamos estos ejemplos:
Bariloche, en la Argentina, atrae muchos turistas que allá llegan motivados por conocer ese bar, una interpretación que asocia el consumo de vino, cervezas artesanales y el “loche” fruto peruano, apetecido por los que lo descubren en el menú. Ciertamente es una agradable ciudad que ejerce un comercio atractivo y amén de su sabroso licor, también producen un chocolate exclusivo y exquisito que estimula el apetito por el cacao. Su vecino cercano, El Bolsón -en la Patagonia- no pariente del Bolsonaro es maravilloso, su origen, la fundación de artesanos, actores, músicos y, hippies, un poblado fascinante.
Barichara, su nombre se traduce en “lugar para descansar”, pueblo de los guanes que seduce en Santander, monumento nacional, tiene un conjunto de edificaciones coloniales construidas con una piedra propia de ese territorio, espléndidas, son un museo arquitectónico y, obviamente , también tiene sus lugares de recreo, restaurantes, discotecas y, además, la casa del líder histórico Aquileo Parra; el museo que fundó Dalita Navarro, segunda esposa del presidente Belisario, quien los últimos años los vivió en ese pueblo. Allá se comparte con el pintor David Manzur y es frecuente que se hagan exposiciones de arte. Las “charas” son algas vegetales, coalición con el bar, que origina una averiguación turística en todos los sentidos.
Otro es el que se localiza supuestamente, en Antioquia: Barbosa, muy inquietante por su industria turística, pues su atractivo no es su significado elemental, todo lo contrario, lo que ofrece es mermelada y no trago y con ese comestible busca seducir a su público, advirtiendo que sí atienden la dieta que propone, lógicamente, no tendrán que aceptar otras promociones. Esta es una intención o apetencia manipulable que no se puede compartir con el agradable consumo del líquido ordinario, ya que la política de este Barbosa tiene que coincidir con la que se recibe con la administración de esa colectividad.
Tiene un tocayo, en Santander, con las mismas características que desvirtúan el significado de su carácter identificativo de la revelación de su característica de órgano público del territorio nacional. Fisgonamente en el bar de Bosa, del Distrito, no atienden a los que se movilicen con carrillo, solamente a los que se impulsen en caballo, es decir, a los pupilos del Chalán del Ubérrimo o que como el Dux, marqués de Carabás, imitan al gato con botas, ¡es muy curioso estilo!
Para el comentario, definir la palabra bar, es razonable: en Inglaterra se conoce como barman y en España el bar. Es el lugar de la bebida, vino y otros alcoholes seductores.