ORLANDO CANO VALLEJO | El Nuevo Siglo
Martes, 15 de Mayo de 2012

Llegó el TLC

 

Este 15 de mayo Colombia inicia su más grande desafío comercial: el TLC con Estados Unidos, aceptado por muchos, cuestionado por no pocos.

Es el comienzo de un compromiso político y económico que ambos países deben honrar.

No es tiempo de lamentaciones, es hora de actuar y, como lo señaló reciente editorial de El Nuevo Siglo, se irá aprendiendo en la marcha.

Es un compromiso comercial estratégico que nos va a sintonizar con el más grande mercado de bienes y servicios del mundo. También nos va a calibrar en términos de eficiencia, productividad, rentabilidad, tecnología y competitividad.

Es vender más y con mayor calificación a los EE.UU. Es traer más mercancías a mejores tarifas. Es poder colocar nuestra oferta exportable en ese destino y al mismo tiempo adquirir artículos de ese país a precios más atractivos para el consumidor final.

El TLC es un estímulo a los productores para que sean competitivos y saquen ventajas comparativas.

Es también un impulso a cientos de empresarios grandes y medianos que necesitan ubicar su producción en las ligas mayores del comercio global.

Un tratado de libre comercio lo que hace es simplificar trámites y abaratar los costos de importación. En la práctica es poner al alcance de todos los consumidores más bienes y servicios a costos asequibles.

Es un acuerdo de cooperación, pero también de derechos y obligaciones. Es un convenio de reciprocidades arancelarias y beneficios comerciales, pero también de tareas y plazos.

Colombia no puede seguir lamentando el pobre estado de su infraestructura. Lo que tiene que hacer es actuar rápido para optimizar su aparato productivo. Las carreteras ya deben empezar a mejorar para evitar el caos, la parálisis y los sobrecostos en el transporte de mercancías desde los puertos marítimos.

Los aeropuertos tienen que cambiar sus viejos sistemas de aeronavegación, actualizar sus instrumentos, ampliar y construir pistas, pero ante todo ser suficientes para atender la creciente demanda que ya viene con el TLC.

De los puertos marítimos nadie sabe. Tendrán que reinventarse o no vamos a tener por donde mover el TLC. Sin autopistas, con aeropuertos obsoletos y estrechos, los puertos de Buenaventura, de Barranquilla y Cartagena, tienen que remar duro.

La competitividad es asunto de los empresarios. Ellos no pueden escudarse en lo precario de nuestra infraestructura. Saben que compiten o salen del mercado.

Con o sin carreteras los hombres de negocios entienden que les llegó la hora de encarar el TLC con EE.UU. Y aprenderán en el camino.

Zonas francas, puertos secos, aduanas innovadoras y ágiles, hacen parte del trabajo que impone el TLC.

Listos o no, tenemos que cumplirles a los consumidores de Estados Unidos y a nuestros compradores.