MIRADOR
Coexistir
ESCAPAR de la guerra es la premisa de los refugiados sirios que intentan albergue en Turquía. Europa ya no quiere admitirlos. Son un bicho raro en sus estructuras.
Es una verdadera guerra a la subsistencia de los derechos ciudadanos. Unos ingresan, otros mueren ahogados en el intento por mar, otros llegan y son expulsados, algunos logran cambuchos y son maltratados, olvidados a su suerte.
Turquía, situada entre Siria y Europa occidental, ya acogió cerca de tres millones de personas. En Kilis, ciudad turca fronteriza con Siria, viven más sirios que turcos. Esta localidad es nominada al premio nobel de paz.
Es la crisis de la sobrevivencia. Es subsistir o morir. Es el declive del ordenamiento político global. La incapacidad de los gobiernos europeos de lograr consensos alrededor de la paz.
La situación de los refugiados tiene los ojos hoy en la población de Kilis, con 130 mil sirios que viven en casas arrendadas. Son bien tratados aunque deben cohabitar con granadas y caos a solo 10 kilómetros.
Por culpa de los árabes no hay trabajo, dicen algunos en esta ciudad fronteriza. Sin embargo, no es la opinión general de las gentes de Kilis, el final de la travesía para miles de víctimas del conflicto armado.
Turquía ya anunció el cierre de puertas a más sirios. No hay manera de albergar más niños y niñas, mujeres, ancianos y jóvenes que huyen de las armas, el odio y las amenazas.
Es el común denominador de miles de personas que huyen de la violencia e intentan ubicarse en Europa, corazón del conflicto mundial de familias que buscan la redención, una nueva esperanza.
Alemania intenta conciliar con socios de la eurozona sin mayor éxito.
Los gestos de solidaridad por cientos de muertos que intentan llegar en barcazas al viejo continente, no son generales.
Escenas que desgarran el alma, destrozan la fe y limitan el optimismo es el pan de cada día.
Hungría, España, Italia, Reino Unido, Portugal y Francia no tienen municiones políticas para asumir tal responsabilidad social. Tampoco tienen oferta laboral para tanta gente, dicen.
Las venas rotas de los refugiados esparcen sangre de dolor, desespero y abandono. La paz mundial pende de un hilo: se logra un consenso multilateral que permita que estos ciudadanos reinventen sus vidas en Europa o se vulnera la dignidad.
A prueba la solidaridad internacional. Quien esté a salvo de refugiados que tire la primera piedra.
Cubanos, desde Panamá, también migran a Costa Rica, unos 8 mil ya llegaron y quieren asentarse allí hasta poder pasar a Estados Unidos, su sueño americano.
La crisis de refugiados no es ajena a nuestras fronteras.