Dulce y sal
El país asiste hoy a un auténtico bazar donde hay de todo y para todos. Pocas veces nos vemos expuestos a un conjunto de situaciones cotidianas tan complejas, complicadas y hasta pintorescas. Por un lado sube el dólar a niveles impensables hace un año, pero caen los precios del petróleo a lugares insospechados por el mercado. Se agita la política con la comisión asesora de paz, lanzan dardos contra el modelo del proceso de paz en Cuba, llueven crÍticas y reparos al absurdo momento que padecen las cortes y el sistema de justicia, al tiempo que se agita el cañaveral en Venezuela con dudas por el papel de Unasur. Adicionalmente, la economía colombiana camina lenta su primer trimestre, bajan las expectativas de inversión privada y se deteriora el optimismo de los hogares.
Un punto crítico a reflexionar es que si la situación económica no cambia de curso y las cifras de inflación engordan, va a haber menos ahorro interno. Quiere decir que se nos puede desinflar aún más la alicaída tasa de ahorro doméstico. A menos crecimiento, menor confianza. Si bajan los ingresos también cae el ahorro.
La subida del dólar frente al peso es un mecato dulce y salado. A las empresas exportadoras les está engordando el bolsillo. Podrán financiar reconversión, modernización, ensanches, apertura de factorías, conquista de mercados, competitividad, empleo y mejoras en ciencia y tecnología. A consumidores e importadores el dólar caro les cuesta. Los bienes y servicios importados suben precios y el consumidor final debe pagar más caro por cualquier producto que ingrese al país con pago en dólares.
Viajar al exterior no es fácil debido al encarecimiento de pasajes y hoteles. La conversión dólar-pesos complica el asunto. Un tiquete a Miami a final de 2014 valía $ 900 mil ida y vuelta, hoy supera $ 1,6 millones. A su vez, el fuerte desplome de las cotizaciones del crudo les complica la vida a las autoridades económicas. No menos de 50 compañías grandes, generadoras de empleo, están pidiendo auxilio financiero, un salvavidas para no quebrar. Casi restructuración o ley de quiebras. Alrededor de 25 mil empleos están en peligro. Ya se pudieron haber perdido unos 5 mil puestos de trabajo por la crisis de hidrocarburos.
Hoy entonces estamos en un mundo raro: ríen los exportadores y lloran los importadores. Gozan los que reintegran en dólares, padecen quienes dependen del petróleo, importan o compran artículos importados. El escenario muestra dos caras de la moneda: las empresas que compiten en el mercado global se fortalecen con tasa de cambio robusta, mientras las firmas que viven del crudo experimentan un calvario.
En el frente social hay incertidumbre por el menor crecimiento de la economía, lo que podría dificultar la generación de nuevos puestos de trabajo en el aparato productivo.