MIRADOR
Fiebre alta
“Tan fuerte como este verano sería carga tributaria”
No es preciso compararnos con países del vecindario, ni con los del Caribe, tampoco con los del sur del continente y menos con Estados Unidos o la Eurozona para confirmar que Colombia padece, desde hace décadas, de fiebre tributaria.
Hace 50 años que los gobiernos de turno lo quieren arreglar todo a costa del bolsillo de las familias y las empresas. Y no lo consiguen.
No hay hueco fiscal, faltante presupuestal o desajuste financiero que el Ejecutivo de entonces no pretenda corregir con nuevos y más pesados impuestos.
Cualquier déficit fiscal se arregla con otra reforma impositiva.
Que somos un país fiscalista, por supuesto. Que somos una nación de caros recaudos, claro que sí. Que disponemos de un escenario tributario inequitativo, disperso, confuso y obsoleto, también es cierto.
No por mejorar, modernizar, innovar y tecnificar el sistema de recaudos, la logística de la Dian y el recaudo disperso de los municipios, tiene que haber más cargas y gravámenes.
No por llenar la nevera o mejorar la fachada tenemos que endeudarnos o comprometer a la familia con gastos onerosos.
Hacer equilibrio, poner en cintura gastos en nómina y funcionamiento, realizar gimnasia financiera ante las restricciones causadas por la caída de los precios del petróleo y el enrarecido escenario global, no da necesariamente para hacerle más pesada la carga a los colombianos.
Cierto que el país necesita recursos para atender el descuadre fiscal y aún más, no hacerlo nos puede descuadernar la economía que hoy crece, pero poco.
Sin embargo, cabe reflexionar ¿hasta dónde la capacidad de pago de los colombianos? ¿Aguantamos hoy incrementos en las tarifas tributarias? Como va el país, ¿es responsable socialmente una reforma tributaria estructural y costosa?
De un lado, la salud de las finanzas públicas venidas a menos por el revés de la economía mundial, y en particular por el bajonazo de los precios del petróleo que amenaza con situarse en 16 dólares por barril.
Del otro, la cara oculta de los más pobres de Colombia, a los que no les llega el Estado, los olvidados, los sin techo digno, los desatendidos en salud y los que suplican un empleo y un cupo escolar.
Un tercer elemento es la inequidad que hunde la clase media, pero refuerza el poder, la riqueza y la concentración de los ricos.
Tan fuerte como este verano de enero está subiendo la fiebre por mayores impuestos. ¡Cuidado!