Orlando Cano Vallejo | El Nuevo Siglo
Martes, 7 de Julio de 2015

MIRADOR

La imagen

Una  guerrilla belicosa como las Farc dañan imagen y buen nombre al mejor. Por cuenta de un grupo terrorista que cogobierna mesa de diálogos en La Habana a su ritmo y tiempo, el presidente Santos sufre desprestigio en la percepción de ciudadanos. Con unos alzados en armas en aleve y traicionero combate contra nuestros recursos naturales, infraestructura y poblaciones, nadie resiste buena opinión.

Parte del bajón del Jefe de Estado en encuestas pasa por crueldad y demencia con que ese grupo ilegal nos ataca sin cuartel. Si el proceso de paz en Cuba anduviera mejor, rápido y sin doble moral de la guerrilla, muy seguramente el país respiraría otro clima.

Un diálogo optimista, franco y objetivo entre Gobierno y Farc, sin la doble moral de subversivos de hablo aquí, ataco allá, permitiría serenar espíritus y recobrar confianza.

Los plazos se acortan. La gente en pueblos, ciudades y campos cada día cree y espera menos de negociaciones. Rara sensación de pesimismo, fatiga y hastío frente al proceso.

El ánimo nacional al iniciar julio sigue contaminado. Farc lograron lo contrario a su cometido. En lugar de confirmar fuerza, dominio y control de la situación, atacando y asesinando sin piedad ni respeto, lo que están obteniendo es rechazo, y odio popular. En vez de guerrilla fortalecida y poderosa en la mesa de diálogo, se le ve como un grupo terrorista, sin principios, sin rumbo y desespero. Sin embargo, no hay conflicto que dure cien años ni Estado que lo resista.

Imagen del presidente Santos por culpa de las Farc no es lo principal. El país, resolución del conflicto armado, recuperación de la esperanza, la fe y la ilusión, es lo que valen.

Al primer mandatario se le fundieron algunas farolas que hoy hacen tenue su imagen. En contraste, mientras ataca a fondo la corrupción, no cohabita con ella, la señala y denuncia, por cuenta de este flagelo social también le cae la imagen. Un país con corruptos agazapados en lo público y en lo privado. Depredadores de recursos públicos, hienas del presupuesto, buitres de los contratos, continúan dejando secuelas, pese a prácticas de buen gobierno.

Los colombianos oyen que se denuncian actos de corrupción, se acorrala a delincuentes, se denuncian, sancionan y penalizan, pero lo relacionan con el ejecutivo de turno.

Igual ocurre por combatir sin tregua ni pausa a las guerrillas. El cruce de fusiles les hace sentir a poblaciones que las cosas no están bien. Aun dando de baja líderes guerrilleros, la opinión es regular o mala frente al Gobierno.

La imagen de un mandatario es el eco que perciben sus gobernados.