Los comediantes
Mientras Naciones Unidas y OEA ponen sus ojos en eventual acuerdo de paz con las Farc, en Colombia, la pasamos mal por cuenta de clase política que ‘dispara’ odios y se arma de fobia hasta los dientes.
En tanto organismos internacionales de derechos humanos en Europa, el Congreso norteamericano y el presidente Obama respaldan diálogos de La Habana e invitan al cese el fuego, desmovilización insurgente y resolución del conflicto armado, en la mesa, pero combatiendo a los alzados en armas, en Colombia, desprestigiada clase política, no depone venganzas ni desarma espíritus. El pueblo no los eligió para ir a Senado y Cámara a lanzarse dardos venenosos y vulgares injurias, en un pésimo mal ejemplo a la sociedad. El enfrentamiento contamina el Congreso, a pesar de algunos buenos y buenas dirigentes que intentan ejercer papel decoroso en oficio legislativo.
Cuando el país requiere un Parlamento de cara a problemas reales de una sociedad desorientada y sin rumbo, quienes ostentan esa responsabilidad optan por la vía rápida de confrontación histórica y dejan de abordar temas urgentes que plantea porvenir nacional. El Congreso tarda en sesionar, sus horas son contadas, los viajes de congresistas no dan espera, rapiña por oficinas es penosa, al tiempo que debates de fondo no llegan. Se citan ellos mismos para sacarse trapos al sol, ventilar sus actuaciones oscuras y gritarse acusaciones incendiarias. En cambio, equidad, salud, educación, pobreza extrema, desempleo, dominicales, horas extras y reforma tributaria, que esperen.
¿Qué le puede interesar a una ama de casa, a un obrero, a un estudiante, a un profesional, a un ejecutivo o a un desempleado, la comedia en que pretenden convertir las sesiones del Congreso? ¿Qué interés puede tener una familia colombiana de ver agarrados como en plaza de mercado a los políticos? Solo gana la televisión porque dirán que se consigue sintonía y que a la gente hay que darle espectáculo.
A los colombianos les viene bien otros temas: debate a la temida reforma tributaria, el rumbo de la educación pública, el norte de la saqueada salud, los programas de vivienda, de creación de empleo, de seguridad ciudadana, de esparcimiento y deporte, de protección a la niñez pobre y a la tercera edad, el marco de la paz, la solvencia de los fondos de pensiones y por supuesto, el apoyo a la agroindustria, restitución de tierras y estímulos a cultivadores.
Al tiempo que subversivos y facilitadores de paz conversan en Cuba para ponerse de acuerdo, en casa, nuestros dirigentes se dan duro, se muelen a insultos, se amenazan y se arman de resentimientos políticos. En lugar del Congreso deberían citarse en estrados judiciales.