Café amargo
HE consultado nombres que serían prenda de garantía como zares del café en Colombia, y nada. Ni riesgo que aspiren. No les suena para nada ser candidatos a la desgastada gerencia de la Federación de Cafeteros. Cualquiera aspira hoy. Cualquiera puede ser electo por comités departamentales del grano y ser terna en congreso extraordinario cafetero.
Cada departamento quiere gerente. Cada municipio cree tener mejor candidato. Antes la terna era incuestionable por calidad, conocimiento y ascendencia. Hoy son más de tres. Muchos nombres suenan, ninguno genera consenso. Regiones que pretenden un gerente de sus entrañas, uno de sus raíces, con olor a tierra, apegado al cafetal, amarrado al surco, curtido de siembras, cosechas y beneficio. Según el volumen de producción, cada departamento mira su candidato. No quieren que los manden, ellos, los de las fincas, quieren decidir.
Nombres respetables, pero sin dirección ni liderazgo, sin experiencia de la gerencia ni del manejo administrativo.
Hay quienes aspiran en público o en privado y hoy gozan del café dulce de contratos laborales en la Federación. Deben decir si quieren aspirar, hacerse a un lado y dejar de percibir.
Por sentido común y transparencia no es sano que quienes estén bajo el árbol sombrío de la FNC, quieran suceder a Luis Genaro Muñoz. Hay uno que tiene calidades y sapiencia, otro que es menos malo donde está. Como no hay figuras rutilantes que aspiren hoy a zar del café, pues dicen que no les seduce ese café amargo en que está sumida la Federación, habrá que escoger el mejor grano dentro de un canasto donde puede haber ripio, pasilla, broca y roya.
Hubo una Federación prestigiosa donde ser candidato a la gerencia era de ligas mayores, honor de pocos. Existió una Federación representativa, institucional, valorada y respetada. Una organización que fue civilización. Funcionó una democracia cafetera con mando y organización, con participación y liderazgo.
Una Federación que gerenció parte del desarrollo, influyó en toma de decisiones, impulsó tren del crecimiento y fortaleció inversión en el gremio, empresas del grupo, la salud y la educación rurales. Una FNC que hizo parte de estrategia comercial del país, la repotenció y reinventó. Una agremiación por, para y de las 500 mil familias cafeteras, defensora de su ingreso, firme con el cultivador y solidaria con el país. La Federación de Cafeteros, con debilidades, desaciertos, equivocaciones, fue un referente mundial para el mercado, productores, exportadores e importadores. Fue modelo de institucionalidad, concertación y democracia gremial.
Ahora anda desteñida, café de muchas mezclas y aroma imperceptible. Ha perdido credibilidad, gobernabilidad y mando sobre federados.
Seguiré en mis cábalas periodísticas: apuntarle a un buen sucesor para gerenciar este amargo café.