En 20 días
El 20 de julio próximo asume nuevo Congreso con bancadas, curules, comisiones y sesiones que despiertan expectativas y signos de interrogación. Vamos a saber de qué está hecha clase política colombiana frente a principales requerimientos en frentes como economía, seguridad y justicia.
Inicia binomio Gobierno-Congreso un nuevo mandato confirmado en las urnas con esperanza de que haya trabajo y avances consecuentes con apremiantes necesidades del país. La política es una fábrica de sorpresas que en esta ocasión no puede salirle con payasadas al pueblo. Requiere credibilidad y para ganarla deberá emplearse a fondo por intereses nacionales, dejando de lado mezquindades, arrogancias y beneficios particulares. El nuevo Parlamento debe ejercer defensa y soberanía de lo nacional, pero no por ir contra el Presidente Santos. Deberá refutar lo que a su juicio no conviene al interés general, pero no ir en contravía de proyectos vitales para el desarrollo de la Nación.
El sistema de justicia en Colombia opera, pero cojea. El régimen laboral nuestro marcha, pero es urgente ponerlo a tono con las exigencias del mercado, las pensiones y la demanda. La salud sigue enferma y sus instituciones empeoran. La educación es pésima y no pinta mejor. En seguridad, hay que transmitir confianza ciudadana y legislar duro contra el hampa, el homicidio, la corrupción y las más aberrantes agresiones sociales.
En infraestructura, mal en vías, pobres en puertos, aduanas y navegabilidad. Muy poco en líneas férreas, para mejorar zonas francas, aeropuertos del pasado y tránsito fluvial por río Magdalena. Chocó, La Guajira y Cauca, imploran acciones para que el Estado haga presencia social.
Es preciso que figuras políticas den ejemplo de responsabilidad con el país, no con el presidente Santos. La puja no pasa por cerrarle puertas a todo lo que venga de Palacio. El quid del asunto es el respeto a un electorado que los eligió para tramitar leyes, las reformas que urge Colombia para crecer con equidad y justicia social. Serán de sofá y balcón los debates esperados en Cámara y Senado. Ojala no sea lucimiento personal, vanidad política, histeria partidista, revancha de bancadas, egoísmos en comisiones, ataques y rifirrafes.
Lo que menos necesitamos es un Congreso orquesta desafinado con exigencias nacionales. No más dirigencia al acecho de la presa. Tiempo de legislar sin componendas ni acuerdos falaces. El ejercicio de la política fatiga cuando cada quien quiere mostrarse con su poder de oposición u obstrucción al trámite de proyectos que el país reclama para su fortalecimiento institucional. Los partidos no pueden ser convidados de piedra en ‘riñas de gallos’ promovidas por quienes conciben las tareas legislativas como trampolín para lanzar dardos, odios o sus propias frustraciones políticas.