Cara y mala
Muy costosa es la educación en Colombia, tanto como mala. No podíamos estar peor en el radar mundial de la formación y capacitación de nuestras generaciones. Terrible informe global que pone a Colombia en el piso más bajo de la educación a su pueblo. Un país maleducado, pobre, atrasado y sin norte en la juventud. Por eso la fuga de cerebros. Se van nuestras promesas al exterior porque sienten que aquí no hay cómo ni dónde.
Nuestros colegios y universidades son expertos en la docencia de cobrar y pedir a manos llenas.
Los costos en pensiones y las exigencias en claustros privados son impagables para una comunidad carente de recursos, desempleada y necesitada de conocimientos para el desarrollo y el progreso. Es caro entrar a un colegio o universidad y es costoso graduarse. Los cobros fijan fechas inapelables y con unos intereses de mora que rayan en la usura. No puede ser que una educación mediocre, con tantos docentes descalificados para enseñar, educar y formar, sea tan costosa. Nuestra educación es de pobres con tarifas de ricos.
Es obligación de cualquier plantel público o privado manejar rigurosos criterios para la selección y escogencia de profesores, maestros, decanos, coordinadores, rectores y conferencistas.
No basta ser profesional para enseñar. No por tener un título se es maestro en la materia. La calidad de nuestro aprendizaje inicia con docentes de alto nivel, muchos conocimientos y entereza moral. Hoy practican la enseñanza media y superior muchos charlatanes e idos del tema. Pero además, cuando los profesores son buenos, de calidad, innovadores y transformadores, son mal pagos. No los promueven ni los capacitan. Colegios y universidades pagando sueldos bien pobres a maestros y profesores, al tiempo que cobran muy caras las pensiones cada año o semestre. Es su negocio.
Tampoco puede ser que una universidad sustente que sus costos son mayores porque contrata profesores de categoría. No. La educación tiene que ser excelente, con ingresos dignos para docentes, pero sin exagerar las tarifas. Y más allá de educación cara y mala, hay que replantear el modelo. Estamos quedados, no progresamos porque no innovamos y seguimos como en la escuela de hace 40 años. Los muchachos prefieren redes sociales que pasar al tablero o hacer la tediosa tarea en casa. Los jóvenes reflexionan que el modelo educativo es obsoleto y ajeno a la transformación política y cultural de nuestros tiempos. ¿Qué y cómo enseñan los planteles? ¿Qué aprenden los estudiantes y qué vínculo asumen con la realidad mundial?
Nuestra educación se raja y pone en duda nuestro aporte a la transformación global.
No hay luces para aprender, estamos en la oscuridad.