Quitar y poner
Al Gobierno y a banqueros les parece pertinente mantener un año más el impuesto a transacciones financieras, 4 por mil. Al mismo tiempo, al ejecutivo no le suena la posibilidad de rebajar el precio de los combustibles.
En el primer caso, la mitad de los recursos generados por el 4 por mil se destinará a financiar necesidades de los campesinos. En el segundo tema, estima el Gobierno que reducir los precios de combustibles generaría distorsiones, huecos y faltantes fiscales que no serán fáciles de compensar. Ni lo uno ni lo otro. No es saludable para el entorno económico y menos para la confianza inversionista, mantener gravámenes que en su momento se anunciaron como temporales. Sencillo: somos los colombianos bancarizados los que debemos asumir el peso de ese molesto y costoso impuesto. En la práctica es socializar el rescate de otros sectores que, como el agropecuario, requiere una alta dosis de apalancamiento financiero para no ir a la quiebra.
Decir que no debe ayudarse al campo colombiano sería mezquino. Pero también es preciso que las autoridades tengan disponibilidad y autonomía presupuestal para atender las ayudas a sectores específicos de la producción. Uno no debe disponer del dinero que no tiene. No es bueno comprometer partidas con dineros que salen del bolsillo de los usuarios. Las economías se fundamentan en procesos de solidaridad y participación. Se capitalizan con dividendos del Estado o de los particulares. Pero no conviene asumir contratos sociales con la plata que no hay, o aún peor, a costa del grueso de colombianos que ya llevan a cuesta un pesado régimen impositivo. Un gravamen a la minería, por ejemplo, no sería descabellado. Explorar otros frentes menos traumáticos que el 4 por mil para ayudarle a la agricultura valdría la pena. Alargarle la vida a impopulares impuestos enrarece el ambiente y crea clima de incertidumbre. Anunciar que este gravamen se sostiene no facilita la bancarización. La gente se asusta, no se acerca a bancos y quienes ya están, procuran sacarle el cuerpo a este sobrecosto a las transacciones financieras. Fea costumbre hacer permanente lo que se anuncia como provisional. Mensaje errático en el sentido de que no hay claridad en reglas de juego.
En el frente de los combustibles, la puja está planteada. El ministro de Minas, Amylkar Acosta, dijo que la peor diligencia es la que no se hace, en clara alusión a que sí existen mecanismos para al menos mirar el tema del recorte en precios al público. No descartó que algo se pueda hacer para facilitar o conciliar el precio de combustibles. Sin desconocer relación entre precios externos del crudo, finanzas de Ecopetrol, y manejo fiscal del Estado, no habría razones para cerrarse a la banda y no explorar fórmulas audaces que alivien los costos del combustible en Colombia.