Me suena
La Nación respira un fétido ambiente político que contamina aires sociales y produce mal olor en nuestra clase dirigente, agobiada e incapaz de responder a las más urgentes expectativas ciudadanas. Como pocas veces el país luce bastantes e intensas luces rojas en sus tableros de economía y política. Una creciente incertidumbre impera en hogares luego de episodios de rebeliones que parecen replicarse en una absurda violencia que día a día es la noticia de abrir y el tema más votado en consejos de redacción.
No cesan ataques de pandillas y desadaptados que prefieren el uso de la fuerza y el crimen antes que el desarme de espíritus y humanización de las diferencias. No se sabe qué es más cruel, si el asesinado infame de un niño a manos de compañeros de clase y barrio, el ajusticiamiento de ciudadano por cuenta de un vecino borracho, o los brutales ataques de la guerrilla de las Farc contra gentes que nada tienen que ver con el conflicto armado.
Peste de mentes enfermas que se propaga entre costumbres alimentadas por el odio, resentimiento, envidia, pobreza, desigualdad, inequidad, concentración de renta, inseguridad, ausencia del Estado, corrupción, analfabetismo, desempleo y marginación. Radiografía oscura de un cuerpo enfermo que requiere inmediata recuperación. Levantamos la fe, reverdece el espíritu, transformamos la actitud, invertimos los valores, acercamos el Estado a las gentes, la política a los ciudadanos, educamos, formamos y generamos deporte, esparcimiento, arte, cultura y diversión, o se derrumba el futuro. Conjunto de revoluciones sociales que urge salidas audaces, efectivas y objetivas. Cúmulo de dificultades auspiciadas por distorsiones en los valores éticos y morales de unas minorías que se multiplican en su fobia contra las instituciones y su nulo acceso a derechos fundamentales. Un río revuelto que aprovechan promotores de pandillas con el músculo financiero del microtráfico, hoy en auge y con tentáculos que quieren devorar una juventud desorientada a la que, enderezamos, o la perdemos. Escenario confuso y perplejo donde la ausencia de dirección no permite ver salida a la crisis. Y es aquí donde los políticos están llamados a asumir el rol que les compete, lejos de disputas partidistas, apuestas electorales y encuestas de favorabilidad.
El país luce polarizado y sería oportuno abrirle nuevas ventanas, una de ellas, el Partido Conservador, venido a menos, desteñido y sin norte. Que los conservadores de talante reorienten su colectividad, la transformen, modernicen y enfoquen a la conquista del poder. Hora de que la casa azul se reencuentre con sus doctrinas. Partido Conservador cercano a las gentes, solidario y comprometido. Capaz de recobrar su fuerza ideológica y su fervor electoral. Candidato conservador moderno y de consensos como alternativa de opinión y voto. La Presidencia lo espera. Es hora de proclamarlo. ¿Juan Gabriel Uribe? ¡Me suena!