MIRADOR
Un café
Un café suave de Colombia para la Federación de Cafeteros y la Asociación de Exportadores, Asoexport.
En medio de dificultades propias del libre comercio global donde no operan franja de precios ni sistema de cuotas, ambas agremiaciones siguen defendiendo la sostenibilidad del principal producto agrícola del país, exportable y con valor agregado.
Si Federacafé y Asoexport han contribuido con el fortalecimiento de la industria cafetera desde que fracasó en Londres, julio de 1989, el acuerdo mundial cafetero, es hora de que el país, el Gobierno, pero en particular los caficultores, alineen en su favor. Las destorcidas de cotizaciones internacionales del bebestible han hecho repensar el negocio. Replantear la estrategia, fortalecer institucionalidad y reforzar concertación entre ambos gremios.
Los dos, de la mano, han contribuido para que no quiebre la caficultura. La FNC impulsa modelos de mejor y mayor producción con base en renovación por siembra de cafetales, sostenimiento del precio interno, apoyo técnico a los productores y aporte al desarrollo de zonas cafeteras del país.
Asoexport, abre mercados, mantiene calidad del grano colombiano en el exterior, honra compromisos de embarque donde exportadores particulares ganan o pierden según el desempeño de precios y tasa de cambio. Significa que café no es un solo pocillo. Son dos tazas grandes y de diferentes matices, sabores y aromas. La cadena la forman dos eslabones: cultivadores y exportadores, ambos sufren o celebran beneficios o dificultades del mercado internacional cafetero. La concertación es clave, la búsqueda de consensos, puntos de coincidencia y soluciones a temas críticos del mercado interno que por estos días experimenta tragos amargos por cuenta de menores ingresos.
Si cotizaciones del café son atractivas, más facturan FNC y exportadores. Si éstas caen por efectos del comercio cafetero tales como disponibilidad, cosechas e inventarios, ambos perciben menos ingresos. Si hay menos plata por exportaciones debido a menores precios externos y en otras ocasiones, por tasa de cambio, llega menos dinero al Fondo Nacional del Café, y en consecuencia, sufre el precio interno que se paga a productores por cada carga de 125 kilos del grano.
La reflexión es que si en épocas de vacas gordas la dirigencia cafetera apostó todo por un mejor mañana para 500 mil familias cafeteras, en tiempos de café amargo, son mujeres y hombres cafeteros los llamados a apoyar y confiar en la institucionalidad.
Comprensible que haya dudas, diferencias y opiniones encontradas frente al rumbo de industria cafetera, sus instituciones y políticas de producción y comercialización. En café, todos creen saberlo todo. Sin embargo, desde tiempos de Arturo Gómez Jaramillo, Jorge Cárdenas Gutiérrez, Alfonso Palacio Rudas y ahora, Luis Genaro Muñoz, la FNC es un modelo que afuera aplauden y en Colombia satanizamos. Tomemos un café, es bueno para el espíritu.