ORLANDO CANO VALLEJO | El Nuevo Siglo
Martes, 27 de Noviembre de 2012

El café

 

El Congreso Nacional Cafetero pasará revista esta semana a la situación del gremio, producción, presupuesto, renovación de cultivos, control a roya y broca, y por supuesto, al desempeño de los precios externos del grano.

No es buen momento para la industria cafetera mundial. Sin embargo, Colombia es de los pocos países productores que siguen a flote, pese a dificultades del comercio, escasez de cafés y empobrecimiento de caficultura.

La ventura cafetera colombiana ha tenido duras travesías estos últimos dos años. El invierno azotó zonas de producción y marchitó parte de la cosecha, que ya venia menguada debido a un intensivo programa de renovación de cultivos por siembra.

En la medida que el parque cafetero se transforma y moderniza es preciso lidiar con reducciones temporales en la cosecha mientras la renovación comienza a dar frutos maduros y vuelve a incrementarse la producción en sus dos fases: la de mitaca y la mayor. La sustitución de plantaciones se hace con recursos que administra el Fondo Nacional del Café y los orientados por el Gobierno como contribución a la alta deuda social que el país tiene con la civilización cafetera.

Los caficultores reclaman más dineros para mejorar sus fincas, generalmente minifundios, comprar abonos, fertilizantes, plaguicidas y atender prácticas culturales orientadas por técnicos de extensión vinculados a los comités departamentales de cafeteros.

También quieren que el precio interno de compra -el de sustentación- sea más alto. Esta justa aspiración de las 550 mil familias cafeteras colombianas no depende de la Federación de Cafeteros ni del Comité Nacional, máxima instancia de concertación entre Gobierno y productores, sino del comportamiento de dos determinantes: precios externos y tasa de cambio.

Si nuestro café recibe un buen precio en los mercados internacionales incluyendo la prima o bonificación por calidad, los reintegros al país son mejores, se fortalecen las finanzas del Fondo del Café, y se les traslada un mayor ingreso real a los cultivadores.

Si las cotizaciones internacionales bajan, se debilita el patrimonio del Fondo del Café, se impacta negativamente el precio interno de compra y se impone austeridad en gastos e inversiones de la organización cafetera: escuelas, salud, educación, computadores, infraestructura.

Pero, además, si la tasa de cambio -revaluación- afecta los exportadores al recibir menos pesos por cada embarque de café, el gremio deja de reintegrar recursos que necesita para mantener a salvo esta industria y protegerla de fenómenos climáticos que la han menguado.

Ojala pasemos del trago amargo al dulce aroma del café.