Trascurridas ya un par de semanas después del plebiscito, aun soplan vientos esperanzadores que de hacerse permanentes permitirían sellar este agitado proceso con un amplio acuerdo nacional que, ratificado con las Farc, establezca una paz que satisfaga a todos.
Las propuestas formuladas por los más caracterizados voceros del No son aterrizadas y sensatas y será muy difícil desestimarlas ya que apuntan a corregir los errores que condujeron al mayoritario rechazo.
Además son complementarias muchas de ellas, ya que, por ejemplo, en el caso de la negación planteada por el Centro Democrático a la elegibilidad de los jefes de la guerrilla que hayan cometido delitos de lesa humanidad, las vertientes conservadoras proponen, a cambio, que una vez purgadas las penas que les fueran impuestas se les levante la imposibilidad de ser elegidos a esas personas.
Otros beneficios se desprenden de las que apuntan a que la justicia transicional sea aplicada por el aparato judicial colombiano y no por ese Tribunal de Paz propuesto en lo firmado; o la de eliminar la posibilidad de tratar al narcotráfico y el secuestro como delitos conexos al político, entre otras solicitudes de fondo.
De otro lado, contribuye a la posibilidad de atraer un mejor clima, la manifestación explícita del Comité del Nobel en el sentido de que quienes votamos en contra, lo hicimos solo para rechazar el acuerdo firmado, más nunca para frustrar los deseos de paz que comparte toda la población.
Pero, sería deseable que la suma de todos estos hechos ayude también a que se tranquilicen los indispuestos bandos de la pasada contienda electoral. Parece llegada la hora de acabar con la creciente confrontación que se percibe. No está bien que los partidarios del SI continúen denigrando en contra del otro sector, o viceversa. Debemos entender que hubo una campaña ganadora lo que impone que el documento deba ser modificado.
No caben por ridículas las propuestas de hacer un nuevo plebiscito sin corregir lo rechazado en las urnas. Si se hiciera, el precedente sería verdaderamente desastroso ya que detonaría toda confianza en futuros llamados a las urnas. Basta ver el ejemplo que dan los países que cuentan con democracias maduras; en Gran Bretaña, sin ir más lejos, fue rápidamente desestimada la propuesta que pedía a gritos nuevas votaciones después del Brexit.
Este es el momento para que el Presidente Santos pase a la historia nos solo por ganar el Nobel por sus esfuerzos, sino como el que nos condujo a un gran consenso de unidad para todos.