Un balance agridulce
“Santos gobierna a golpes de opinión y de oposición”
Esta semana el presidente Juan Manuel Santos ha cumplido tres años de gobierno y lo ha hecho bajo la escrutadora mirada de los medios que no han podido ponerse de acuerdo si su tarea ha sido buena, regular o mala.
Desde su primer día como inquilino de la Casa de Nariño se ha esforzado por hacer lo mejor posible su difícil tarea, con resultados bastante precarios. Su administración ha sido atacada desde el primer día de gestión. Su antecesor en el cargo, considerado por muchos su mentor político, el expresidente Álvaro Uribe, le montó una cerril cuando no una casi demencial confrontación. Hasta el punto que dice tener más de 80 razones negativas y ninguna positiva para evaluar a su antiguo ministro de Defensa, Los peores epítetos los ha utilizado para calificarlo y en esto ha sido acompañado por sus huestes de viudos del poder.
Santos al principio pretendió ignorar su embates pero ya parece que se le agotó la paciencia y no evita ripostarle. Santos, en opinión de los entendidos, le ha dado mucha papaya, como dice el vulgo. Su afán ancestral y familiar por darle gusto a todo el mundo no ha dejado contento a nadie. Se le acusa, además, de que Santos no gobierna, no gestiona, no administra, sino sigue en campaña electoral prometiendo a diestra y siniestra. Prueba de ello es que todas las reformas que ha tratado de implementar no han terminado en nada concreto. Así pasó con la justicia, la salud, la educación.
Lunar grande -aunque él y sus ministros digan lo contrario- ha sido la llamada seguridad ciudadana. Tanto en nivel nacional como local se nota un cierto resquebrajamiento del orden público y no solo por causa de la insurgencia sino de infinidad de paros de todos los pelambres y en todas las latitudes. Y lo peor es que apaga los incendios a costa del gasto fiscal.
De otra parte el manejo que le está dando al proceso de paz parece ser el menos aconsejable. Las partes ventilan sus aspiraciones y frustraciones a través de los micrófonos y todo ello desconcierta a la galería y hace las delicias del uribismo recalcitrante. Por los lados de inversión las cosas no van mejor, sin contar con los golpes que han sufrido el agro y la industria, por cuenta de los cacareados "teleces".
Como telón de fondo tenemos el rol que juegan los encuestadores en su labor evaluadora. Como cada semana le están "midiendo el aceite", los resultados son, no pocas veces, poco halagueños. Pero lo grave del asunto es que el equipo gubernamental parece trabajar al ritmo de las percepciones ciudadanas. Esto ha hecho que el mandatario proyecte la imagen de un político más preocupado por sus índices de popularidad que por el deseo de solucionar los verdaderos problemas institucionales y las urgencias estructurales.
Todo sin embargo no puede ser y no ha sido negativo. Santos, en verdad, le ha dado al país cierto grado de confianza y sobre todo de decencia política. También ha hecho un esfuerzo grande por modernizar a Colombia y para ello ha contado con un muy eficiente ministro de las TIC, que ha instrumentado positivamente la aplicación de las nuevas tecnologías en beneficio de nuestro desarrollo. Su colega de Hacienda ha igualmente contribuido a poner orden en la casa y la titular de Obras esta empecinada en que la locomotora de la infraestructura arranque por fin. En el manejo exterior se salvan las relaciones bilaterales no así las multilaterales. El fallo de La Haya es el gran lunar del cuatrienio y Santos tendrá que cargar por el resto de su vida pública con este pasivo.
A estas alturas la gran pregunta es si será o no reelegido. Las cuentas no cuadran y es en este escenario en donde vemos a nuestro partido conservador decidiendo quien lo sucederá.