La campaña electoral mostró lo esperado: cruce de acusaciones, señalamientos agresivos, presuntas responsabilidades incumplidas y corrupción en el pasado, de acuerdo con el intercambio realizado entre los candidatos.
El acaloramiento subió en el estrado y también llegó al auditorio en el marco del debate en Barranquilla. Provocó alta temperatura entre el público que inclusive, interrumpió la intervención de candidatos, a quienes les vociferaron epítetos de color subido.
Y, en plaza pública, siguen acusándose de vínculos con paramilitares y narcotraficantes. Es deplorable que la campaña, caiga en el fuego de la bajeza, entre quienes aspiran a la jefatura de Estado.
El foro en lugar de centrarse en el contenido de proyectos, algunos ya expuestos por los candidatos, tiene puyas y aire de riña pueblerina; Así puede desembocar en conflicto agrio y, aumentar desencanto ciudadano para elegir.
Es válido que haya coincidencias en propuestas de los aspirantes, como válido, que crezca la insistencia ciudadana, para conocer en esencia, cómo cada candidato, planifica lo proyectado para reestructurar.
La experiencia ciudadana, vivida hace años es la generadora de la desconfianza sobre lo prometido. Siempre las promesas en su mayoría se han incumplido con el argumento de falta de recursos y altos costos de inversión, para no hacer nada.
La ciudadanía creerá compromiso del Gobierno, a partir del 7 de agosto, si inicia un orden bien pensado para aplicar iniciativas prioritarias; sin comisiones de estudio, que ya han estudiado, otras comisiones de gobiernos pasados.
No se descarta forcejeo entre el Gobierno que llega y el Congreso nuevo, con banderas partidistas, estrenando curul y acelerado, para ameritar resultados. Es lo típico de quienes hacen parte de la “sociedad vitrinera” en el país.
Que el Gobierno elegido comience de una, para ver realidades, al menos en el último trimestre de este año. Sin comprometerse con índices de crecimiento imaginario, porque los organismos internacionales de la economía, ponen la música y Colombia baila.
Está probado que el crecimiento económico no resuelve pobreza. Dice el Nobel de Economía Joseph Stiglitz, en -El malestar de la Globalización- “Es hipócrita pretender ayudar a países subdesarrollados, obligándolos a abrir mercados a los industrializados.”
Eso es bajar cabeza ante la dependencia con trasnacionales y calificadoras económicas, que tejen la madeja de los negocios mundiales; así meten miedo y obligan a países signatarios de acuerdos, a bailar como ellos digan.
Ojalá la reestructuración sea colombiana, con plan social y económico, sobre riqueza nuestra, productiva y bien vendida, con mirada universal y participación de todos los estratos socioeconómicos.
Por ahora, si aumenta el cúmulo de dudas e incertidumbre, para elegir Gobierno, entre ofensas y odios, el país sin duda caerá en el abismo del desprecio a todo lo partidista.