Dicen por ahí, en buena parte de los países de habla hispana, que en Colombia se utiliza bien nuestro idioma; nosotros vivimos orgullosos de esta opinión que nos hace pensar que somos especiales, en cuanto a la manera de usar, pronunciar y utilizar nuestra lengua que es la oficial en toda América Latina hablada, con excepción de Brasil en donde el idioma es el portugués y Haití en donde es el francés. Somos trescientos millones de hispanoparlantes.
Como hemos sido adictos al uso correcto del idioma tenemos nuestra propia Academia de la Lengua, la más antigua del continente, establecida en Bogotá el 10 de mayo de 1871, como correspondiente de la Real Academia Española. Hemos contribuido a reconocer la dinámica de nuestro idioma, que es propia de todas las lenguas, con giros y expresiones que sin apartarse ni cometer pecados en contra de lo que nos une al español pero que contribuyen a definir el temperamento y la manera de ser nuestros compatriotas, de acuerdo con la región en la cual viven.
Así es como ha sido editado el Diccionario de Colombianismos originario del Instituto Caro y Cuervo que recoge una buena cantidad de vocablos según el uso que se les da en cada región nacional. Es una notable e importante contribución al uso de nuestro idioma conforma a nuestra propia idiosincrasia. En los departamentos de Cundinamarca, Boyacá, Tolima y Huila, por ejemplo, “catorce” es un pequeño favor, además de ser el número consecutivo al trece. Nadie se extraña si alguien lo utiliza por el significado que recoge el Diccionario. Hay muchas personas que se preguntan la etimología de este significado que cuando se usa así es entendido como pequeño favor.
La palabra “bola” tiene significados varios. Uno, por ejemplo es sinónimo, hablando de una persona, de apelotardado, apendejado, pelota, chucha y otros que da pena con los lectores enumerar. Otra expresión en la cual se usa sin conocer tampoco su origen es la de parar bolas. Cuando una jovencita voltea a mirar a otro jovencito este bien puede ilusionarse al decir que le está parando bolas, o sea le está poniendo atención. ¿Tendrá algo que ver con las bolas del billar?
El uso del diminutivo nos hace inconfundibles en otros lares, particularmente en Chile. Allá identifican a un bogotano cuando lo usa. Si se propone dejar una reunión para volver pronto se dice: con permiso “ahoritica” vuelvo. Nos dicen que no nos contentamos con un diminutivo sino que en una palabra usamos dos, como es el caso del ejemplo. Pero el uso del diminutivo en algunos casos riñe con la realidad, no con la amabilidad. ¿Qué diferencia existe entre dos añitos y dos años? Un año tienen doce meses y por expresarlo en diminutivo no se encogen, más bien se entiende como una manera afectuosa de expresión. El niño tiene dos años aunque se diga dos añitos. Pero se entiende. Sin embargo, el idioma sigue tan campante.