El programa de gobierno de Gustavo Petro es una condena a la pobreza. La mayoría de sus propuestas ya han sido implementadas en diferentes partes del mundo, el resultado ha sido el mismo, millones de personas sentenciadas al hambre y a dejar de soñar, a perder la esperanza. En el programa de Rodolfo Hernández lastimosamente también hay algunas de esas propuestas, como la de sustitución de importaciones que obligaría a los colombianos, especialmente a los más pobres, a comprar comida cada vez más cara y más escasa, y al mismo tiempo convierten al contrabando en el mejor negocio posible.
La semana pasada le escuché al ingeniero que había que importar más comida para tener mejores precios, propuesta que se contradice con su programa de gobierno, pero es una contradicción positiva, en tanto esa reflexión y cambio de posición les permitiría a los colombianos a vivir mejor.
Lastimosamente, mientras el ingeniero reflexiona sobre sus malas propuestas, quienes posaban de defensores de las libertades económicas se arriman al árbol de Gustavo Petro encabezados por Alejandro Gaviria y Rudolf Hommes. El “buenismo” y el afán por dejarse llevar por la corriente hace que fácilmente se vendan principios. Lo dije en una columna anterior, la coherencia es quizás uno de los más puros actos éticos, ser consecuente con lo que se dice y se hace es hoy el valor que más escasea en la política, especialmente en la de salón bogotana que practican los personajes antes mencionados.
En las razones de ese cambio de principios caben tres hipótesis: A. Sus “principios” y posturas eran una fachada para engañar incautos y en el caso de Gaviria conseguir votos (como el mío, lastimosamente). B. Creen en la palabra de Gustavo Petro, lo que los hace muy inocentes. Petro dice hoy una cosa y mañana otra completamente distinta. C. Están buscando trabajo y Petro algo les habrá prometido.
Sin importar las razones que lleva a que personas otrora respetables hoy apoyen a Gustavo Petro, vale la pena preguntarles: ¿Serán capaces de mirar a los ojos a los colombianos cuando estén sin esperanza y condenados al hambre, empacando para dejarlo todo buscando un mejor futuro para sus hijos?; ¿Seguirán opinando con esa pose de adalides de la moral cuándo en las próximas elecciones los opositores de Petro estén en el exilio, en la cárcel o muertos?; ¿Cuál será la excusa para justificar la búsqueda de la reelección de Gustavo Petro?
Hace poco hablaba con un taxista, me decía que votaría por Petro a pesar de saber que podría ser un desastre y remató diciendo “igual no tengo nada que perder”. Puede perder muchas cosas, el taxi, la posibilidad de transportar personas, poder encontrar comida en las tiendas y supermercados, y lo más importante la esperanza de poder estar mejor en el futuro. Con Petro presidente Colombia pierde la capacidad de soñar.
Estas pueden ser las últimas elecciones libres que tengamos en Colombia.