Quiero invitar a los interesados en un futuro en paz que entiendan que los que defienden la ley por encima de todo lo demás están dando palos de ciego: no ven las razones de los que piden un cambio radical: justo para nuestro querido país; no entienden las razones de los que están manifestando, no ven el por qué piden cambios radicales, no saben lo que les está subiendo pierna arriba: Las derechas quieren defender -a toda costa- los privilegios que creen son derechos inalienables, sin darse cuenta que por donde van terminaran quedándose sin el pan y sin él perro. Mientras que las izquierdas, de igual manera, los pobres y marginados creen que tienen derecho a una vida digna, justa, pero no saben para donde van ni de dónde vienen. Así las cosas, ambos están jugando con candela. No entienden, ni ven, que lo que buscan solo lo pueden encontrar en el centro: reconociendo a la persona humana, su dignidad, su libertad, la solidaridad, la verdad, y, claro, el bien común.
Indiscutiblemente, el centro -radical- es el camino, reconoce a la persona humana como centro de la creación, por su excelencia y dignidad superior. Prioriza la justicia y el desarrollo solidario como obligación moral. Ve necesario trascender de lo legal a lo justo y de las leyes de la economía al bien común. Entiende que “el desarrollo auténtico de la economía implica que las personas, gracias a su trabajo, puedan construirse un futuro mejor para sí y para sus hijos”. Propone el crecimiento y desarrollo pleno de la persona como necesario para el crecimiento auténtico de la sociedad.
De aquí, que la educación integral universal rigurosa y tecnológica de punta, sea una obligación. Todos los hombres y mujeres tienen igual derecho de usufructuar los bienes de la tierra en calidad de propietarios; claro, responsablemente. Ofrecer “un marco jurídico dentro del cual se desarrollan las relaciones económicas y salvaguarda las condiciones fundamentales de una económica libre, que presupone una cierta igualdad entre las partes, no sea que una de ellas supere totalmente en poder a la otra que la pueda reducir prácticamente a la esclavitud”. Vela por el pleno empleo y condiciones laborales dignas y “ofrece seguros de desempleo”.
Cree imperativo hacer “un esfuerzo positivo por reconstruir una sociedad democráticamente inspirada en la justicia social: mantener mecanismos de libre mercado, asegurando, mediante la estabilidad monetaria, la seguridad de las relaciones sociales, las condiciones para un crecimiento económico estable y sano, dentro del cual las personas, gracias a su trabajo, puedan construirse un futuro mejor para si y para sus hijos”. Cree que la fuerza de la ley es la costumbre: la cultura.
Considera que “la sociedad y el Estado deben asegurar unos niveles solidarios adecuados al mantenimiento del trabajo y de su familia, incluso con cierta capacidad de ahorro” también se identifica con quienes dicen: “…recordemos que la verdadera paz, no es el resultado de la victoria militar, sino algo que implica la superación de las causas de la guerra y la auténtica reconciliación…”
Fuente y citas son de Juan Pablo II, en Centesimus Annus y Rerun Novarum.