Sí, para ser una columna sobre tecnología no es que el título tenga un alto nivel de corrección política. Pero, hermano, la tecnología está acabando con el fútbol. Bueno, con el juego, no tanto con la industria.
El último episodio del ya escandaloso VAR se dio en el marco de la Copa Libertadores. Jugaban River Plate y Vélez por los octavos de final. Faltaban 20 minutos y River logró empatar la serie (con algo de suerte). El caso es que el VAR hizo una cuestionable intervención para anular el gol recién conseguido. Una aberración, si me permiten el adjetivo.
Para llegar a esa mala decisión, el arbitro del partido tardó 8 minutos y 42 segundos. Y tuvo que ver 42 repeticiones en un televisor de 10 centímetros. Todo eso, mientras 80.000 personas estaban impávidas en el estadio sin saber qué pasaba. Millones más, en sus casas, pegadas al celular viendo de reojo la pantalla del televisor.
El caso es que el episodio River-Vélez volvió a mostrar que la tecnología en el fútbol es simplemente insostenible. Por más que las autoridades del fútbol quieran eliminar la injusticia apunta de imágenes en HD, el fútbol se resiste a dejar de ser humano. Por más chips que quieran meterles a los balones, arcos y a los mismos jugadores, las cosas importantes del deporte son una cuestión netamente humana.
Y cuando decimos cuestión humana quiere decir que son susceptibles a la interpretación. Susceptibles al error. Y es que de eso se trata el fútbol (el deporte, no la industria). Se trata de 28 seres humanos compitiendo. No se trata de un reguero de microchips y Big Data que termina en “pues a mí no me pareció mano”.
Para ponerle en perspectiva: no es un tema de la tecnología simplemente. El tema es que esa tecnología ni es infalible, ni es 100% confiable. La clave de la tecnología siempre será el uso que le den los humanos. Y no es una frase de charla motivacional. Es una simple realidad. Y el VAR no se cansa de demostrar que la tecnología no siempre cumple con su promesa de mejora y avance constante.
Muchos hablan de “se perdió la esencia del fútbol”. Quizá desde una cota más filosófica. Pero tiene un sentido desde el punto de vista más pragmático. El fútbol se transformó en una todopoderosa industria, entre otras cosas, por el error. Por la controversia. Por la injusticia. Y, entonces los puristas dirán, pero ¿cómo la injusticia puede ser buena? Pues quizá no sea lo ideal. Pero sí es mejor que ver a un arbitro avasallado, después de 8 minutos y 42 repeticiones, hacer el ridículo.
Para un columnista de tecnología no es lo más correcto decir que, existen industrias donde la tecnología desmejora el producto. Pero ese es el caso del fútbol. Actualmente estamos viendo partidos de 100 minutos, en los que todo se decide por lo que vea un árbitro atareado en una pantalla de 10 centímetros. Y las audiencias, más temprano que tarde, se cansarán de eso.