Para socializar los resultados de los “Diálogos Territoriales para la Construcción del Ejército del Futuro” la semana anterior tuvo lugar un foro - organizado por el PNUD, el Comando del Ejército y la Universidad Nacional- en el auditorio Alfonso López de las instalaciones universitarias. El que el auditorio hubiese sido ocupado en gran parte por militares activos no solo del Ejército Nacional, sino también de misiones diplomáticas acreditadas, habla elocuentemente del contexto de posconflicto que se vive en el país. Más aún, lo que más habló de dicho ambiente fue el hecho, sin precedentes, de que el Comandante del Ejército, general Alberto Mejía, haya no solo pronunciado unas palabras en la apertura -al lado del rector de la universidad y el representante del PNUD- sino que haya participado en uno de los paneles al tiempo con Rocío Pachón (su asesora), Francisco Leal y María Victoria Llorente de la Fundación Ideas para la Paz.
Ahora bien, de los planteamientos del panel destaco lo siguiente: 1) Hoy día la mayoría de los desafíos a la seguridad son criminales de mayor o menor envergadura, es decir, son de primacía policial. 2) Salvo pocas y contadas excepciones, desde su creación el Ejército ha operado en salvaguarda de la seguridad interior, y así se prevé que continúe. 3) La transformación que ha venido asumiendo el Ejército partió de considerar un entorno volátil, incierto, complejo y ambiguo, por lo cual se proyecta como un Ejército “multi -misión” integrado por múltiples especialistas. 4) No es clara la articulación de las transformaciones organizacionales que ha venido teniendo la institución castrense frente a los actuales problemas de seguridad. 5) Más allá de las transformaciones del Ejército, se requiere un sistema de seguridad estatal para la estabilización del país, no solo para realizar operaciones puntuales. 6) Para poner en marcha dicho modelo es necesario elaborar doctrina para que quede claro, entre el Ejército y la Policía cuál fuerza dirige y cual apoya, lo cual puede variar de acuerdo a los desafíos y geografía de cada región.
En fin, de todo lo anterior se deduce que la necesidad de crear una Guardia Rural (Nacional) para ponerla en marcha hacia el final de la estabilización, es evidente. Y esto porque la neutralización de los principales desafíos a la seguridad vigentes y previsibles requiere una solución institucional híbrida o intermedia, la cual debe ir más allá de la sola neutralización, buscando -con su permanencia, dedicación exclusiva e interacción con las comunidades y sus autoridades civiles-, proveer un ambiente de seguridad que preserve la tranquilidad e incentive el avance socio-político de las poblaciones más rurales del país, estimulando así el ejercicio de una ciudadanía campesina revitalizada por su confianza hacia la institucionalidad estatal.
Aún más, es la solución para reversar decididamente los procesos de militarización de la Policía y desprofesionalización del Ejército que se han dado en Colombia por cuenta del prolongado conflicto armado interno.