En las ciudades de Colombia, y en especial en Bogotá, es una verdad de a puño la preferencia, en aumento, de la motocicleta como medio de trasporte. Por demás, este río de motociclistas en las calles, que torea con la seguridad vial, la informalidad y la regulación de tránsito, lleva consigo una honda estigmatización por cuenta de la inseguridad urbana.
La combinación de estos dos fenómenos amerita encauzar, en un gana-gana, nuevas políticas que permitan a la vez mejorar la movilidad, controlar los problemas asociados de inseguridad y dar calidad de vida los mismos motociclistas.
Una primera opción es tomar medidas con base en la experiencia de Taiwán, país denominado “el paraíso de los motociclistas”, que ha tenido que adoptar muchas acciones, a lo largo del tiempo, bajo una inmensa presión del consumo masivo de motos, incluso el de las motos urbanas llamadas scooters (de ruedas más pequeñas y menor cilindraje).
Colombia no está lejos de convertirse en un mercado similar. Según la Asociación Nacional de Movilidad y Sostenibilidad -Andemos-, la venta de motos creció en el último año en un 38.4% y los registros pasaron de cincuenta y dos mil aproximadamente a cerca de setenta y dos mil unidades. En sólo los siete meses corridos del año, las matrículas de motos reportaron un incremento del 54,4%. Esto sin contar las cifras del mercado informal que es grande y difícil de verificar.
Aceptar por parte de los bogotanos un carril exclusivo para motos, luego de la polémica que han suscitado los bicicarriles sobre avenidas congestionadas como el de la carrera séptima, establecidos por la alcaldía de Claudia López, puede en principio resultar contradictorio.
Por esto, más bien, en aras de mejorar los índices de inseguridad, brindar calidad de vida en las vías al motociclista y romper con la paranoia y estigma del parrillero, me atrevo a poner sobre la mesa la idea de demarcar, como lo tiene Taiwán, zonas de espera, delante de las cebras o detrás de ellas, para que las motos se detengan en forma preferencial, en forma separada de los automóviles.
Asimismo, se puede pensar en dibujar, como también lo tiene Taiwán, recuadros delante de las cebras o pasos peatonales, donde los motociclistas, de igual manera esperan el cambio de semáforo.
No es posible taparse los ojos a las preferencias del uso de las motocicletas como medio de transporte. Su marea tiende a subir -aún en el campo de las motos ecológicas o eléctricas- y no es justo atribuir a todos el destino ilegal, que hacen algunos. para hurtos o atracos.
Hay razones suficientes para no dilatar medidas profundas en la organización del tránsito de motocicletas que contribuyan a la movilidad en general, a la protección de la vida de sus conductores y a su vez faciliten mejorar las condiciones de inseguridad más allá de las restricciones transitorias a parrilleros.
*Presidente Corporación Pensamiento Siglo XXI