El verdadero obispo Builes
Para los de mi generación, el nombre de Monseñor Miguel Ángel Builes Gómez, o “el Obispo Builes”, como coloquialmente se lo mencionaba, era signo de lucha en medio de los más contundentes debates de la época. Pero es de advertir que ni los santos, ni los misioneros, ni los hombres mismos, se improvisan, sino que son una amalgama de cuanto han recibido de los humanos y de Dios, a lo largo de su existir. Nace Mons. Builes de la raza antioqueña, luchadora contra el mismo ambiente, entre riscos y selvas, del hogar campesino de Don Agustín y Doña Ana María, el 9 de septiembre de 1888. Hizo estudios primarios en una escuela pueblerina, con compañeros cuyas familias luchaban, también, por la subsistencia. Nada extraño que al sobresalir en el servicio de Dios escogiera como lema y ejemplo a seguir, el de S. Pablo: Combate bien el combate de la fe(I Tim. 6,12).
Fue ordenado Sacerdote, Mons. Miguel Ángel, el 29-01-14. Laboró pastoralmente en varias parroquias de la Diócesis de Santa Rosa de Osos, hasta que fue preconizado Obispo de esa Diócesis, y consagrado en Bogotá (03-08-24). Regentó con sabiduría y gran celo pastoral la Diócesis de Santa Rosa, hasta el 8-06-67, cuando hizo entrega de ella ante su renuncia, por edad y quebrantos de salud, aceptada por la Santa Sede. Falleció el 29-09-71, con la satisfacción del deber cumplido, pudiendo decir, también como el Apóstol: “He combatido el buen combate, he llegado al fin de mi carrera, he conservado la fe”. (II Tim. 4,7). Fue combatiente no solo como gladiador de ideas, llamado en sus días “El Atanasio colombiano”, sino que enfrentó la lucha por su propio perfeccionamiento y distintos frentes dignos de superar, como el vicio, las medianías, las claudicaciones, el miedo al compromiso por temor del qué dirán.
Para apreciar la verdadera personalidad del ilustre Prelado, se ha de recordar su gran espíritu misionero que le ha merecido el titulo del “Obispo Misionero de Colombia” por su directa labor, en primer término, al recorrer palmo a palmo, varias veces, su extensa Diócesis y el inmenso territorio del Vaupés. Además haber sido fundador de cuatro Congregaciones Religiosas dedicadas a expandir en las más apartadas regiones el salvífico mensaje de Jesús.
Buena síntesis de lo logrado por Mons. Builes hizo el escritor Sigifredo Ochoa Ospina en libro sobre él lanzado recientemente, cuando dice, en su Introducción al hablar del contenido de su escrito: “De esa obra no emana la figura de un ángel sino la de un hombre: sí la de un hombre con todas sus virtudes, sus luces y sus sombras, sus imperfecciones y defectos; la de un hombre, eso sí, siendo plenamente consciente de los límites de su humana fragilidad, quien luchó con humildad para vencer sus pasiones… con el fin de alcanzar la salvación de su prójimo y su propia santidad”. Dentro de sus limitaciones, reconocidas por él mismo, dos aspiraciones tenía en lo interior del alma: “Ser misionero yi ser santo”.
Sería quedarse sin la verdadera personalidad del “Obispo Builes” si no se tuvieran en cuenta la obra de la gracia realizada en él, fuente de su profunda espiritualidad, cultivada en la oración y ascesis permanente, con férrea voluntad al exigirse a sí mismo más que cuanto exigía a los demás. La devoción a María Santísima, Nuestra Sra. de las Misericordias, su íntima unidad espiritual con Sta. Teresita de Lisieux, sus mismos roces con la ahora Santa Laura Montoya, convertidos en esfuerzo de superación espiritual y de humildes súplicas de su celeste intercesión, fueron medios de santificación y garantía de sus éxitos apostólicos.
Qué bien resaltar la imagen del verdadero Obispo Builes, “martillo de los herejes” pero con acciones siempre inspiradas en el amor de Dios y deseo de salvación para aquellos que con amor fraterno corregía.
*Presidente del Tribunal Ecco. Nacional