Me puso a pensar
He procurado no referirme al “proceso de paz” entre el Gobierno colombiano y las Farc por la polarización que se ha generado en torno de él en el país, siendo conveniente que directivos de Iglesia, así sea en calidad de escritores, estemos distantes de esos bandos de opinión publica. Pero cuando aparecen ciertos pronunciamientos sobre lo central de cuanto está sucediendo, uno de éstos del ponderado columnista Plinio Apuleyo Mendoza sobre “¿Para donde van las Farc?” (24-05-13), que toca aspectos tan dicientes, hacen pensar que, con la debida prudencia, hay qué decir, en voz alta, una palabra.
Aspecto incidental, pero importante, comentado por Plinio, es la división debilitante que existe en las fuerzas democráticas frente a esos diálogos, que lleva a señalar como “amigos” o “enemigos” de la paz a quienes estén o no favorables al “proceso” que se está adelantando. Las otras fuerzas están mas compactas. Es que tildar de “enemigos de la paz” a quienes no estén de acuerdo con la manera como se han planteado las cosas, es inexacto y abuso, pues pueden ser más amigos de la paz quienes expresan razonadas críticas que quienes lo van vitoreando sin reclamo de pasos debidamente ponderados.
Pero el punto central del escrito en mención, que “pone a pensar”, es mostrar los claros propósitos de “captura del poder”, de las Farc, con su presencia en el proceso en curso como culminación de los pasos que con sus aliados civiles han venido dando, propósito que no ocultan y que es conveniente tengamos en cuenta todos los colombianos. Se ha logrado un miniacuerdo, en política agraria, en las conversaciones de Cuba, después de tantos meses, como fruto de ese “Supercongreso” montado en esa ciudad, en ambiente más cómodo para los subversivos que en selvas inhóspitas. Este primer hervor, lo presenta el gobierno como “paso histórico”, algo que máximo en un mes se había podido convenir, y es acogido por los guerrilleros, dentro de sus planes, como gran apertura para tratar de dar confianza, y que les permitan, luego, insistir en circunstancias favorables a sus ideales la modificación de estructuras en el poder regional, indulto a sus grandes violadores de las leyes, y reducción de las Fuerza Armadas oficiales. Por ahí, advierte Mendoza, van abriendo paso a ideales afines a los de Hugo Chávez, bendecidos por el acogedor Fidel.
Seguir ese estrado en que están las aquellas “negociaciones”, confortante y protagónico para los guerrilleros, con discusión de detalles que exijan luego largo tiempo, que se debían dejar para concienzudo estudio en futuros foros, lo veo como un juego intolerable de los subversivos e ingenua condescendencia de los que democráticamente elegidos, tienen el deber de defender la soberanía nacional y construir sólida paz. En dos, tres meses, de bien intencionado diálogo, se han debido decidir puntos claros como sincera y efectiva desmovilización de los alzados en armas, definir su situación ante la justicia, decidir sobre su participación en política sin armas, ni narcotráfico.
La mayoría del pueblo colombiano quiere la paz, pero con pasos que sí lleven a ella, sin dejarnos llevar al manifiesto programa de las Farc, desenmascarado por Plinio Apuleyo. En similares situaciones bien dijera García Márquez “la paz pero con los ojos abiertos”. Que se pongan sobre la mesa aportes de efectiva realización para un real avance en el proceso, y que haya, definidamente, propósitos en grande para el bien general, y que no se reduzcan a imponer en estratagema de diálogo caprichosos ideales no conseguidos con las armas.
Verdaderamente sapientes, claras y oportunas reflexiones “nos ponen a pensar”, y a pedirle a Dios, en cuya asistencia sí confiamos, que se actúe con realismo, bajo pensamientos libres de cálculos políticos, solo con amor a nuestra sufrida Colombia.
monlibardoramirez@hotmail.com
*Presidente del Tribunal Ecco. Nacional