MONSEÑOR LIBARDO RAMÍREZ GÓMEZ | El Nuevo Siglo
Domingo, 16 de Diciembre de 2012

Ante infancia de Jesús (II)

Creo importante continuar con reflexiones sobre la manera de recibir el reciente libro del Papa Ratzinger sobre La Infancia de Jesús”, en especial ante opiniones adversas a su insistencia en la virginidad de María Santísima hechas por el jesuita Alfonso Llano (El Tiempo 25-11-12), no obstante su noble y leal rectificación (“Mea culpa” El Tiempo 09-12-12). Estos comentarios ayudarán a comprender el por qué de esa rectificación y del silencio que le ha impuesto el Superior General de la Compañía.

Es preciso tener en cuentatres aspectos que con pertinacia ha tratado de difundir el P. Llano, y son teorías sobre la Resurrección de Jesús y sus apariciones, sobre la presentación de un Jesucristo que solo a través de los años va tomando conciencia de su divinidad, y sobre la no virginidad de María Santísima. Como centro de sus convicciones, que quisiera sean recibidas como verdades por quienes tengan “una Fe crítica”, como la expuesta en su libro del 2008,  está la segunda de ellas.  Es un intento de colocar a Jesús en un plano enteramente humano en su conciencia y proceder, en parte de su vida en la Tierra.

Ante lo anterior, personalmente, no alcanzo a comprender cómo Jesús, en quien no hay sino una sola persona, la segunda de la Santísima Trinidad, vaya a ignorar, inicialmente, su propia misión, y, siendo verdadero Dios no sea consciente de ella. En la Carta a los Hebreos (10,5-10), aparece que Jesús “al entrar en este mundo”, está conscientemente asumiendo su misión y ofreciendo al Padre “hacer su voluntad”. Es sorprendente que en su afán de destacar la importancia de la realidad humana en Jesucristo hable el Padre Alfonso de “doble nacimiento”  de ÉL, cuando, en cuanto Dios, es equivocado hablar de “nacimiento”, ya que, como dice S. Juan, como tal “existía desde el principio (Jn. 1,1). Su real nacimiento, en cuanto hombre, no fue con renuncia a su divinidad, sino, según lo enseñado por S. Pablo a los Filipenses (2,6-11), permaneciendo Dios, sin dejar a un lado su ciencia divina. Realiza esto, Jesús, “haciéndose obediente hasta la muerte y muerte de cruz”, lo cual, también en cuanto hombre, le merece  “un Nombre sobre todo nombre”.

Había pretendido el jesuita sustentar sus tesis, ya retractadas, sobre un Jesús no engendrado físicamente en una virgen, basándose en los comentarios de sus paisanos en cuanto a la apreciación que tienen ellos sobre el sencillo “carpintero hijo de María y José”, con parientes muy conocidos. (Mt. 13, 53-59). Es evidente que esos comentarios son de personas con total desconocimiento de la gran realidad de  Jesús como Mesías, y de los aspectos que se constatarán, luego, en el mismo Evangelio. (Mt. 1,18-25 y Lc. 1,26-38).

Estaba, el P. Llano, cerrando los ojos a hechos como el de S. José que asume con ejemplar grandeza de espíritu, y sin vacilaciones, la paternidad del hijo que María llevaba en sus entrañas,“obra del Espíritu Santo”, la cual, “sin haber mantenido relaciones” entre ellos,. “daría  a luz un hijo,  al que pondría por nombre Jesús” (Mt. 1,18-25). Querer presentar la realidad de Jesús basada en comentarios de desinformados nazaretanos, y no en lo  constatado por el mismo Mateo en su primer capitulo, era errada interpretación.  Lo correcto, sin forzar las cosas, es cotejar  esos hechos con lo narrado por S. Lucas, también por inspiración divina, cuando escribe que el Ángel le dice a María que sin necesidad de relación con varón, “el Espíritu Santo vendrá sobre ti, y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra; por eso el que ha de nacer será santo y se llamará Hijo de Dios” (Lc. 1,26-35).

Es diciente que Benedicto XVI señale las verdades sobre la Resurrección y la concepción virginal de Jesús como “piedra de toque de la fe”, y “punto de escándalo para espíritus modernos (p.62). (Continuará en varias entregas).

monlibardoramirez@hotmail.com

*Presidente del Tribunal Ecco. Nacional