Mirando hacia el pasado y al futuro
A Jesucristo, “aquel que es, que era y va a venir”, así lo presenta el libro profético, el Apocalipsis (1,8). El mismo Jesús se despidió de los suyos diciéndoles: “He aquí que yo estaré con ustedes todos los días hasta el fin del mundo” (Mt. 28,20). Vienen a la mente estas palabras del Libro Santo cuando van pasando los días y los años, y nos conforta sentir esa presencia divina que nos ha proporcionado pasado honroso y abre horizontes esperanzadores hacia el futuro.
“Agradecer el pasado y lanzamos al futuro, implica vivir con pasión el presente”, ha escrito el gran Pastor de la Arquidiócesis capitalina, monseñor Rubén Salazar Gómez, al iniciar el Año Jubilar conmemoratorio de los 450 años de ser señalada como sede episcopal esta ciudad de Santafé de Bogotá (11-15-1566). Gracias a Dios nuestras regiones y ciudades recibieron ese baño confortante del cristianismo, y han conservado con satisfacción y orgullo con el correr de los siglos.
Lastimosamente a cada paso encontramos personas y corrientes de pensamiento a quienes fastidia la luz de lo divino, con permanente cumplimiento, a través de milenios, de lo dicho que “vino a los suyos y los suyos no le recibieron”, (Jn. 1,111). Afortunadamente se cumple también, que “a todos los que la recibieron les dio poder de hacerse hijos de Dios” (Jn. 1,12).
Qué gozo de verdad mirar hacia un pasado en Bogotá, y constatar la siembra de la verdad evangélica, desde un Fray Juan de los Barrios, pasando por santos varones como un Ismael Perdomo, hasta llegar al entusiasta y generoso arzobispo Salazar Gómez. Gracias al Señor que a pesar de tantas fallas, fruto de la débil naturaleza humana, y de tantos empeños por excluir a Dios y a la fe de nuestra sociedad, es tan honda la raíz cristianan en nuestros pueblos, tanta la alegría de ser creyentes, que sigue vivo nuestro fervor religioso.
Pero no basta vivir del pasado, ni solo gozar del presente, sino, como bien ha dicho el Arzobispo, hay qué vivir nuestro presente “con pasión”. Vibrante la expresión de Saulo cuando ante Jesucristo, que le sale al paso, le dice:“¿Qué he de hacer, Señor?” (Hech. 22,10). Entusiasta la respuesta práctica del convertido al Señor, con su inflamado corazón empeñado en la incansable tarea de no vivir como “hombre viejo” sino muerto al pecado. (Rom. 6,6-11), hasta poder decir “ya no vivo yo sino que Cristo vive en mi” (Gal.2, 20).
Ese vivir es el que lo presiona a S. Pablo hacia el apostolado (2 Cor. 5,14), de tal manera que se sentiría reprobado (1 Cor. 9,16) si no se “gastase y degastase” por conseguir almas para Dios (2 Cor. 12,15). Revivir esa respuesta ante el don de la fe cristiana, vivir de verdad de esa fe y llevarla entusiasta a los demás, es lo que hoy pregonamos como tarea urgente para bien de los humanos, bajo el nombre de “Nueva Evangelización”.
Ese es el llamado del Arzobispo de Bogotá al declarar Año Jubilar al celebrar los 450 años de Bogotá como Sede Episcopal. Es el llamado de todos los obispos de Colombia, con distintos y eficaces métodos pastorales, del continente en Aparecida (2007) y del Papa Benedicto al convocar Sínodo de Obispos para este octubre. ¿“Qué he de hacer Señor” en mi propia santificación, en mi familia, en mi ambiente de estudio y de trabajo, en mis horas de labor y de descanso, según tu apremiante llamado? Ese ha de ser nuestro cuestionamiento, con una respuesta efectiva, para la cual es necesaria vinculación a la Parroquia a la que se pertenece, o a los grupos de personas tocadas por ese llamado que es preciso tomar con todo apremio y responsabilidad.
Quiera el Señor que, como respuesta a estas reflexiones, estemos acicateados como Saulo de Tarso a obrar diariamente bajo esa convicción: “Ay de mí si no predico el Evangelio”. Así la mirada hacia el pasado iluminará nuestra mirada hacia el futuro.
*Presidente del Tribunal Ecco. Nacaional