OBRA EVANGELIZADORA
Artífices del bien
Que un Dios eterno, de infinitos poder y sabiduría, sea el artífice y regulador de todo el maravilloso universo, es la más sencilla y sapiente respuesta dada por los más sabios entre los sabios.Ese Ser Supremo, Creador, no ha sido egoísta sino que para el perfeccionamiento de su obra, ha tenido un plan en el que ha invitado al ser humano, culmen de la creación visible, a complementar una creación inicialmente “informe y vacía”, como la describe el Libro Sacro (Gen. 1,2).
En forma similar a llevar adelante su obra creadora ha planeado ese Ser Supremo restauración de ella, viciada en tantas formas por la mala utilización de la libertad humana. Es el apóstol Juan quien, inspirado por el Espíritu Santo, afirma que “la Palabra, o Hijo de Dios, se hizo hombre para la reparación de la vía de los humanos hacia su fin de salvación eterna” (Jn 1,9-10). Esa obra la cumple por el Verbo encarnado, y desde el primer momento de haber asumido la naturaleza humana al “hacer la voluntad del Padre” (Heb. 10, 7), llegando hasta su sacrificio en la cruz, y su resurrección y ascensión al cielo (Hech. 1,9). En ese momento envía a los apóstoles,testigos de su enseñanza y su resurrección, a quienes había dado poder de perpetuar su obra (Mt. 16, 18-10; Lc. 22, 19; Jn. 20, 22-23), a llevar su mensaje y testimonio a todo el mundo (Mt. 28, 19-20).
Sigue, actuando, así, el Ser Supremo, por medio del Verbo hecho carne (Jn. 1, 14), y por medio de sus enviados en una Iglesia, a la cual ofrece la luz del Espíritu Santo y su perenne asistencia a través de los siglos (Mt. 28, 19-20). Esa Iglesia, con la venida visible del Espíritu Santo comienza a difundirse (Hech. 2), continuando lo iniciado por su Fundador, tomando decisiones para una distribuida labor (Hech. 6), dialogando para unificar su mensaje y disciplina (Hech. 15), enviando especiales mensajeros a determinadas regiones (Hech 15, 30-36). Avanza, así, a través de los siglos, y van surgiendo en ella realidades para llevar adelante su obra de inigualable servicio a la humanidad. Fruto de ese avance son las comunidades religiosas, en donde se cultiva la “Vida consagrada”, a cuya exaltación y apoyo ha invitado el Papa Francisco en un año dedicado a ella, del 30-11-14 al 02-02-16.
No forman parte de la estructura jerárquica de la Iglesia las comunidades religiosas, pero, su presencia en ella, desde los primeros siglos, las ha hechoartífices de tanto bien, con reconocimiento oficial de su inmenso aporte en documentos de los pontífices. Es de destacar la insistencia de un Benedicto XVI al reclamar para San Benito Abad el título de “artífice de la civilización de Europa”. A su turno el Papa Francisco, en Carta Apostólica en la que convoca a este“año de vida consagrada”, pregunta: ¿Qué sería de la Iglesia sin San Benito y S. Basilio, S. Agustín y S. Bernardo, S. Ignacio de Loyola, Sta. Teresa de Ávila y S. Vicente de Paúl, S. Juan Bosco o la Beata Teresa de Calcuta?”. “Pudiendo agregar, entre nosotros”: ¿“sin una Santa Laura Montoya”?
Es de destacar, también, cómo en el Código de Derecho Canónico, C. 574, se señala que: “el estado de los religiosos pertenece a la vida y santidad de la Iglesia”, agregando que: “todos, en ella, deben apoyarlo y promoverlo”. La gran obra evangelizadora de la Iglesia en nuestro continente latinoamericano, está marcada por labor en universidades, en lo agrario, en lo social, de jesuitas, dominicos, franciscanos, salesianos y otros grandes religiosos, formadores de mujeres dignas, y hombres dignos, desde ejemplares hogares semilleros de heroicos servidores de la Patria. Cómo le deben el mundo, América y Colombia, a estos denodados “artífices del bien”, sin ambiciones de dinero ni de poderes sino con palpable testimonio y siembra de semillas de verdadera paz basada en el amor y en la justicia.
*Presidente del Tribunal Ecco. Nal.