UN EMPEÑO COLECTIVO
Solo con actos de grandeza
Todo buen ciudadano de Colombia quiere la paz, descalifica la lucha armada con sus feroces asaltos a toda clase de personas, así como el secuestro y el narcotráfico como herramienta de guerra. Todos queremos verdadera justicia, en todas sus denominaciones, como base para una paz de piso estable. Estimamos, sí que para que esos sueños de “estabilidad en el bien”, como es la paz, se conviertan en realidad, no es con conversaciones y más conversaciones, ni con concesiones y más concesiones para que los violentos “tengan la bondad” de no delinquir. Tampoco con justificarles las atrocidades para aceptar que no se les castigue. Hemos de ser conscientes de que el único camino es el del arrepentimiento pleno de actos criminales y corruptos, y una firme decisión de marcar pasos honestos de grandeza.
Buscar la paz sin un empeño colectivo para tener efectivamente justicia social, sin corregir el ansia de dinero y de poder político que lleva a toda clase se subterfugios y mezquindades, es “arar en el mar y edificar en el viento”. Lastimosamente los mejores propósitos de honestidad en los negocios y en la política se ven mancillados al querer aplicarlos, pues hay inveterados vicios corruptos en esas actuaciones que deberían ser de bien, con comentarios que infortunadamente arrastran a lo corrupto, como que: “aquí las cosas han sido y seguirán siendo así”, Son tales los éxitos en líneas corruptas, que se pierde la fe que “sea buen negocio ser honrado”.
Dolorosa y desesperante la conclusión anterior, hasta llegar a pensar que sea utópico cambiar esas endémicas costumbres, pero debe surgir una generación de quijotes de la honestidad y del bien que luche contra esas avalanchas. Entre burla, a pesar de posibles fracasos iniciales, han de empeñarse en crear en la economía, en la vida social y en la política, ambientes sanos, único camino de tener verdadera paz cimentada en la justicia, base real de cambio y de prosperidad. Por qué se nublan los horizontes patrios sino porque la sapiente luz de Jesucristo de “edificar sobre la roca” de la honestidad se deja de lado y se sigue edificando sobre el fango de intereses personales de dinero, de poder y de prestigio personal.
Es lamentable que por esas enlodadas líneas de acción y espíritu con que se ha trabajado, y por los mismos aprovechamientos personales que enseguida se notan, todo propósito de avanzada, toda medida que se tome vaya siendo descalificada como viciada en su raíz y tildada de egoísta interés político. Es tan profunda esa apreciación de la deshonestidad en el mundo político que al proferir epítetos de descalificación de parte del humorista “El Indio Rómulo”, coloque como lo máximo el “ser político”. Es duro oírlo, pero que sea un llamado a indispensable purificación de ese ambiente, con testimonios claros de pulcridad y total desprendimiento, para transformar un piso, que dolorosamente es hoy fangoso, en diamantinas bases en pro de una Colombia nueva y próspera. Sin esa transformación, que reclama del cielo un milagro verdadero, seguiremos de aparentes triunfos en otros similares pero que no llevan a la victoria sino a inimaginable derrota final.
La causa de la paz, la aplicación o no de fumigaciones a plantaciones nocivas, la medida de penas a los criminales, la calificación de los delitos, la defensa o no de la justicia, todo, se va midiendo por cálculos o intereses de políticos de turno desde la oposición y el mismo Gobierno, sin medir la real calidad de cuanto se determina o reclama. Es profunda esta grave realidad, y si se quiere superarla no es sacrificando principios o la bondad misma, sino, por el contrario, solo con actos de verdadera grandeza, basados en rectitud, y honestidad, en generoso desprendimiento personal y el más purificado homenaje a Dios y amor patrio.
*Expresidente del Tribunal Ecco. Nal.