MONSEÑOR LIBARDO RAMÍREZ GÓMEZ* | El Nuevo Siglo
Domingo, 28 de Septiembre de 2014

Por verdadero amor humano (I)

 

Para defender valiente y razonadamente la sagrada institución de la familia del tenaz ataque de quienes quisieran sustituirla, por uniones contrarias al orden natural, es preciso ir al fondo del tema y reclamar auténtica institución familiar fundada en amor humano  verdadero.  Hay que hacer frente, a la tan exaltada “ideología de género”, que de aceptarla llevaría a minimizar el  amor, y la propia familia con la vinculación de la fundamental complementariedad de la sexualidad masculina y femenina. Amplia exposición sobre el tema hizo la Conferencia Episcopal de  España,  en abril de 2012, ante las nuevas circunstancias en la que se desarrolla hoy la vida familiar, en el mundo, y en ese país de honda raigambre cristiana, pero en el cual, en especial en Cataluña, se lucha en lamentable empeño de esa sustitución comentada, y se despliegan banderas hacia“nueva cultura” que ha de surgir con aquella ideología pomposamente defendida.

Con optimismo advierte el mencionado documento que en el ambiente español, y algo similar acontece en tantos países del mundo, subsiste valoración del gran bien de la familia organizada según el orden natural, pero, se ciernen, también, sombras dadas por proclamada “absolutización subjetiva de la libertad” que quisiera liberar a los humanos de principios que se han considerado básicos, y sustentan “nuevas”  realidades familiares en “emociones parcializadas”, como norma de bien. Señalan estas ideologías a la “familia tradicional” como fruto de “culturas anticuadas” e impuestas, que deben dar paso  a “nuevas culturas” reclamadas por la humanidad de hoy. Pero esos ideales, meramente culturales, estarían llevando, a organizaciones familiares efímeras que hoy son y mañana no.

Como fundamental para los humanos en su vida terrena, señala Libro Santo, la Biblia, cómo Dios, una vez creada  la normal pareja de varón y mujer, agrega:“por eso deja el hombre a su padre y a su madre, y se une a su mujer, y se hacen una sola carne” (Gen. 2,24). Está allí el origen bien fundamentado de la familia, proclamado similarmente por otras grandes religiones.  Es con varones y hembras, bien definidos, y sin complejos de su sexo, como se tienen verdaderas familias y una fuerte y estable sociedad. 

Como algo insustituible para la humanidad presenta el Vaticano II la familia, “comunidad conyugal de vida y amor establecida sobre la alianza de los cónyuges, vinculo sagrado en atención al bien tanto de los esposos y de la prole y de la sociedad” (G.S. n.48). Todo este formidable entramado, fundamentado en un amor que no es pasional, ni egoísta, sino con generosidad y donación (Ef. 5,25), que es lo que nos quisieran destruir con modelos superficiales de amor, con relativización de la diversidad de sexo, minimizando la fundamental complementariedad establecida por la naturaleza, la de la masculinidad y la feminidad. Los contrarios a la familia constituida bajo la base natural de varón y mujer quieren abrirle paso a un amor superficial y avanzan en empeño de exaltar la “despersonalización absoluta de la sexualidad”, la que ha tenido aprecio y aceptada a través de milenios, fruto de la madurez de cada quien, que lleva a aceptar la sexualidad con que vino al mundo.

Desde ese plan vandálico, anclado en la “ideología del género”, que mina la  estabilidad humana, llegan a proclamar que cada cual puede elegir configurarse sexualmente como desee. Ante ello, en bien fundamentada Carta sobre “La Colaboración del Hombre y de la Mujer en la Iglesia y el Mundo”, ponía en guardia el entonces cardenal Joseph Ratzinger, con aprobación del Papa Juan Pablo II (31-05-04). Sobre este magnífico documento, y el desbordamiento a que lleva la “ideología del género” trataremos luego. (Continuará).

monlibardoramirez@hotmail.com

*Presidente del Tribunal Ecco. Nal.