MONSEÑOR LIBARDO RAMÍREZ GÓMEZ* | El Nuevo Siglo
Domingo, 9 de Febrero de 2014

COYUNTURA HISTÓRICA

Por verdadera democracia

EN  mitad de entusiasta tarea de destacar el confortante mensaje del Papa Francisco, en su exhortación apostólica La Alegría del Evangelio, creo que en la coyuntura histórica que vivimos en Colombia sea conveniente acercarnos  hoy a un tema que ha de estar presente cuando, con alegría, se trata de vivir el Evangelio: el “compromiso político del cristiano”. Este punto álgido quedó definido por el sapientísimo Jesús de Nazaret en su respuesta a capciosa pregunta, al señalar como criterio y deber para quien quiera obrar con rectitud:  “Dad al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios”  (Mt. 20,22).

Toda sociedad que quiera subsistir requiere una autoridad que la dirija, autoridad que tiene como base el acuerdo ponderado de sus gentes, que han de buscar el bien común basado en sentido de justicia, dentro del comportamiento honesto  de ciudadanos que tienen derechos y deberes reconocidos y acatados. Ese orden es requerido por Dios, ordenador supremo,  quien es “fuente de toda autoridad” (Rom. 13,1).

A propósito dice la enseñanza de centenares de obispos de todo el orbe, en documento del Concilio Vaticano II: “Es evidente que la comunidad política, y la autoridad pública se fundan en la naturaleza humana, y, por lo mismo, pertenecen al orden  establecido por Dios, aun cuando la determinación del régimen político y designación  de los gobernantes se dejen a la libre designación de los ciudadanos” (Const. “Alegría y Esperanza n.74).

“La voz del pueblo es la voz de Dios”, se ha dicho, y acatarla será auténtica democracia. Pero esa voz no significa “algarabía” o frenética vociferación. Es de tener en cuenta que en países civilizados se ha llegado a tener leyes y Constituciones dadas por personas que han recibido designación en ordenados sistemas de elección, y, entonces, lo por ellos establecido es “voz del pueblo” que ha de ser acatada, y no cabe desobediencia a base de protestas con vociferaciones de turbas conquistadas con  engañosos ofrecimientos.

En la elección de quienes ejercen la autoridad, y en el ejercicio de ésta, para que se tenga verdadera democracia, como expresión genuina de la “voz del pueblo”, y que sea “voz de Dios”, deben respetarse principios civilizados, con respecto a la dignidad de los electores, no atrayéndolos con halagos materiales, ni compra de conciencias, peor con dineros ilícitos, sino con ideas claras y constructivas, y con reverencia plena a los derechos de todos. Qué confortante cuando grupos humanos y colectividades pregonan y se empeñan en causas con ideas y principios, y no a merced de ofrecimiento hábil de puestos o ventajas  materiales. Muy clara esta expresión del ya citado documento de la Iglesia Católica, la Constitución “Alegría y Esperanza”, cuando invita a los cristianos a que “luchen con integridad moral, y con prudencia contra la injusticia y la opresión, contra la intolerancia y el absolutismo” (n.75).          

Amplia la exposición que se tiene en otro gran documento de la Iglesia, Los fieles cristianos laicos,cuando trata el tema de la responsabilidad de ellos al interno del ámbito eclesial, y frente al mundo en el que están inmersos. Allí se manifiesta que “urge en todas partes rehacer el entramado cristiano de la sociedad humana” (n. 34). Hay, luego, un reclamo a no dejarse imponer decisiones inconsultas e inconvenientes, sino exigir que todo mejore, de verdad, en servicio de la dignidad integra del hombre (n.36).

Que todo se encamine, realmente, al bien común, con respeto a las leyes, sin imposiciones personalistas y grupistas, sin compra de conciencias, con ideales claros, y no tras halagos humillantes, del que más ofrezca. Esto es parte de cuanto reclama el Papa Francisco como parte de su llamado a difundir  y aplicar con alegría el Evangelio, en su reciente y bien enfática exhortación apostólica.

monlibardoramirez@hotmail.com

*Presidente del Tribunal Ecco. Nacional