Ante el don sagrado de la vida (III)
Puestas por el Papa Juan Pablo bases firmes en la Introducción de su Encíclica Evangelio de la vida, y en el inicio del Capitulo I de ella, al señalar el valor de la vida, don primero y principal dado por Dios al hombre, afirma, que “Dios no puede dejar impunes los delitos contra ella” (n.2). Dramática es la situación del primer homicida, confundido, irritado contra sí mismo, vagabundo y errante por el mundo, con el estigma en su frente de “ser asesino”, bajo el mortal complejo de ser merecedor de que cualquiera acabe con su vida. Este pensamiento estará en todo el que comete tal crimen, y cobrará fuerza, ante las palabras de Jesucristo al reprender a su discípulo Pedro cuando empuñó la espada en su defensa: “guarda tu espada, porque todos los que empuñen espada a espada morirán” (Mt.26,52).
Alude el Papa al sentir de los hebreos, para quienes “la sangre” es sinónimo de “vida”, seguros de que “la sangre es la vida” (Deut. 12,23), gran don de Dios. Quien derrama la sangre de su hermano va contra Dios, Dueño y Señor de ella (n.9). Clama, también, el Papa, ante aquella muerte lenta que se da a los humanos cuando se los deja, inmisericordemente en la miseria, y no se trazan caminos para el avance social de los pueblos (n.10), pero retorna, en seguida, a señalar los atroces programas que en lugar de buscar tender la mano a los dolientes se opta por sentenciar a muerte a los niños por nacer, y se destinan millonadas para difundir el aborto (n.13).
Más adelante (n.18), el Pontífice, sin justificar en manera alguna el aborto, ni menos permitirlo, como falazmente lo han querido interpretar, alude a “situaciones difíciles, o incluso dramáticas de profundo sufrimiento, soledad, falta total de perceptivos económicos”, las cuales, dice el Papa, “pueden atenuar, inclusive notablemente, la responsabilidad subjetiva y la consiguiente culpabilidad de quienes hacen esas opciones”. Habla el Papa de menos culpabilidad en tales casos, pero no las justifica ni recomienda, y, más bien, pasa a rechazar que sea legitimo apelar a atentados contra la vida, y que se los señale como un derecho.
Advierte el Papa que, frente a la gran verdad, reconocida en las Constituciones (Art. 11 de la de Colombia); que el derecho a la vida es el primero de los derechos del hombre, se está incurriendo hoy en la “sorprendente contradicción” de abrirlas puertas a prácticas abortivas en las que ese primordial derecho a la vida “queda, prácticamente negado y conculcado” (n. 18 c). Esta actitud, tan contradictoria, la califica de “desconcertante y escandalosa” (n. 18 e), y denuncia como grave atentado contra la libertad de los más débiles (niños por nacer y ancianos) querer “enmascarar” la eliminación de ellos bajo manto de falso “altruismo” (n. 19 c).
Señala luego, el Papa, el grande error de querer colocar la vida y respeto de ella en unplano meramente subjetivo, y, por lo mismo, mudable al antojo de cada uno, sin ningunas verdades objetivas, así sean aceptadas en el consenso cultural y religioso de los pueblos. Advierte que si se aceptara esa mentalidad, con esa concepción totalmente subjetiva de la libertad, “la convivencia social se deterioraría profundamente” pues, entonces “todo es pactable
todo es negociable, incluso el primero de los derechos fundamentales: el de la vida”, con resultados nefastos” contra la dignidad humana” (n.20).
Todos esos intentos, muy orquestados y financiados en nuestros días, de abrir paso a la conculcación de la vida, tienen su raíz, dice el Papa, en “el eclipse del sentido de Dios y del mismo hombre al que conduce, inevitablemente, al materialismo práctico”. La propuesta a la humanidad desde la fe en un Dios tiene ciertamente dificultad, pero sin Él viene el caos y autorización de los más bárbaros atentados contra el sagrado derecho a la vida. (Continuará).
*Presidente del Tribunal Ecco. Nacional