Ante el don sagrado de la vida (I)
“He venido para que tengan vida y la tengan en abundancia”(Jn. 10,10),
Dijo de su misión el más grande de los humanos, y también verdadero Dios, Jesús de Nazareth. El mayor regalo para cada uno de los seres humanos, creados a imagen y semejanza de Dios (Gen. 1, 26), es el de su vida que recibe del Creador desde el primer momento de ser engendrado por sus padres, y comenzar a existir ya con propia e irrepetible personalidad en el vientre materno. Hacer algo en favor de cada ser humano, mientras más pequeño y más débil más digno de respeto y amor, es recibido por Jesús como hecho a Él mismo (Mt. 18,5; 24,40), y cuanto en contra de ellos se hiciere, lo considera, también, como hecho a Él mismo (Mt. 24,45).
Estamos ante algo de especial grandeza y dignidad: la vida humana. En nuestros días hay tanta sensibilidad frente a atropellos a la naturaleza que nos rodea, y qué bien que esto se esté dando, se protesta por mal trato a las aves y hacia todo viviente, se reclama por los mínimos derechos y aspiraciones a la autonomía de pensamiento y comportamiento de cada persona, pero, lamentablemente, tratándose de estos seres vivos, con propia dignidad e irrepetibilidad como son los niños en el vientre materno, son tantos los que son inclementes con ellos, y propician leyes que trituran sus vidas con mayor sevicia que hacia cualquier otro viviente.
Pareciera innecesario, en un mundo tan sensible ante la realidad de la vida, que se necesitara escribir más páginas en exaltación y defensa de ella, y, sin embargo, es urgente y necesario, ante el ya señalado desequilibrio en cuanto a actitudes frente a la vida humana, sea en su iniciación, sea en su final de su presencia sobre la Tierra. Consciente de esa necesidad de mostrarles con máxima claridad a las gentes de hoy magníficas verdades sobre la vida a la luz del cristianismo, como contribución al bien de la humanidad, el gran Pontífice Juan Pablo II, nos dejó maravillosa presentación de este tema en su Encíclica Evangelio de la Vida (25-03-95).
Cuando se proponen Actos Legislativos o Referendos para que en las leyes de un país, como Colombia, se rechacen prácticas contra la vida humana, como el aborto y la eutanasia, no faltan los inconformes con esas definidas expresiones para frenar esos crímenes diciendo que “lo importante es evangelizar”. Hay qué decirles que eso es realmente lo fundamental, y que no bastan las leyes, pero la experiencia muestra que es necesario, para defendernos de esas avalanchas arrasadoras de vidas de niños y de ancianos, y, de allí, la necesidad de esos pasos en lo legal y constitucional. Pero urge que, efectivamente, y sin dilación se emprenda clara y decidida presentación de esos temas de tarea evangelizadora. Aprovechando la apertura de algunos medios de expresión, que sí están abiertos a estas salvíficas enseñanzas, emprendo una sintética presentación de la magnífica Encíclica del Papa Juan Pablo.
Con gran sabiduría, y gran amor a la familia humana, después de iluminadora Introducción, en cuatro (4) bien ordenados capítulos avanza el Papa en estos temas: actuales amenazas a la vida humana; mensaje cristiano sobre la vida; la Ley santa de Dios; por una nueva cultura de la vida. Satisfecho, el Papa, con esa magistral exposición llega a una amplia y entusiasmadora conclusión en la que invita a mirar al Señor Jesús que comparte la vida con los hermanos, y desde su concepción en el seno de María, quien “acogió” esa vida para bien de todos, y quien pasará por la muerte, para, en su resurrección, iniciar como cabeza de la humanidad la vida sin fin unida a la divinidad, hacia donde hemos de avanzar gozosos los humanos. Encomendando a todos a María, madre de Él, que es la vida, culmina el Papa su Encíclica, verdadero “Evangelio de la vida”, que iremos presentando, en próximas entregas. (Continuará).
*Presidente del Tribunal Ecco. Nacional