COLOQUEMOS AL PAÍS ANTE EL SAGRADO CORAZÓN
Con renovada confianza
DE nuevo, en esta mitad de junio, a escala universal, y muy especialmente en Colombia, acudimos al Sagrado Corazón de Jesús con renovada confianza. Colocamos ante él nuestras vidas y nuestras grandes inquietudes. Con gran fervor los Pontífices Romanos han reconocido la autenticidad de las apariciones de Jesucristo a Santa Margarita (1647-1690), y, a la luz de ellas, han escrito inspiradas encíclicas con exaltación de su infinito amor, y recomendación de esta devoción.
El Papa León XIII escribió la encíclica “Annum Sacrum”, y Pio XII la “Haurietis Aquas”, en las que se refieren a esa devoción, y destacan cuanto expresa su imagen. La presentan “la más expresiva de la caridad infinita del divino Redentor, que nos invita a devolverle amor por amor”. Insiste, Pio XII, en acudir con fervor a El para que se cumpla lo profetizado por Isaías que “saquemos agua con gozo de las fuentes del Salvador” (Is. 12,3).
En el año 2007 publicaba mi libro “Heraldos de Fe y Santidad”, en el que destaqué 50 prototipos de santidad comenzando por Nuestro Señor Jesucristo, seguido de la Virgen María y de San José, volviendo, al final, a referirme al mismo Jesús, destacando la excelsitud de su Corazón Sagrado. Es El mismo heraldo inigualable de fe y santidad, para seguir sus pasos y atender su comprometedora invitación a ir en pos de El que es “Camino, Verdad y Vida” (Jn. 14.6).
Con sencilla y humilde suplica hemos de acercarnos a su Corazón para que mantenga el milagro de nuestra fe, de nuestra perseverancia en ella, de nuestro diario buen obrar, de nuestro vivir animados por el amor y servicio a El y a nuestros semejantes. Cuanta paz y alegría espiritual experimentamos cuando, en medio de la lucha diaria por hacer el bien, por no dejarnos contagiar de tanto pecado y frivolidad a nuestra lado, sentimos que El nos dice: “No se turbe su corazón… yo estaré con ustedes hasta el final de los tiempos” (Mt. 28,20).
Palpable ha sido en Colombia, la asistencia del Corazón de Jesús cuando se ha acudido a Él con plena confianza, se ha hecho oración y se ha renunciado al pecado y corrupción. Innegable su influjo en dar final a sangrienta guerra de tres años ante la actitud fervorosa del País en pleno, en 1902. Se culminó con aporte de todas las regiones para erigir gran templo en su honor, con propósito nacional de no avergonzarnos sino pregonar su salvadora enseñanza. Pero, con el correr de los días, se han puesto de manifiesto actitudes totalmente contrarias como la aprobación de leyes en plena oposición a sus llamados como del crimen del aborto, del horrible irrespeto a la familia y al matrimonio al colocar a ese nivel uniones contrarias a la ley natural, el dar facultad para quitar la vida en suicidios asistidos. Se suprimió, además, la Consagración a El para ostentar un “Estado laico”, y hasta se quisiera quitar su imagen de Crucificado de todo lugar estatal.
Queremos todos los colombianos sensatos llegar al reinado de la paz en el país, pero encontramos que algunos empeñados en tratados que quisieran llevar a ella ostentando crímenes cometidos, o desmanes en la represión, y esto como títulos de honor y servicio a causas gloriosas, en lugar de pedir perdón y ofrecer plena enmienda de ello. Se pretenden justificar males horrendos como el secuestro y el narcotráfico como caminos lícitos para lograr triunfos de ideales meramente materialistas. Esto no puede llevar a una paz bendecida.
Coloquémonos, de nuevo, ante el Sagrado Corazón, en la construcción de una Colombia nueva, con propósitos firmes de avanzar todos por sendas de bien, con esfuerzos comunitarios, con total limpieza de intención y no de dominio de los demás. Ese si es verdadero camino de paz, y blindaje de ella para el futuro. Tendremos paz si procuramos honesto y solidario vivir, y acudimos al Corazón de Jesús diciéndole: “¡en voz confío!”.
*Obispo Emérito de Garzón